El amor y el odio son las pasiones que mueven el mundo. Escribir sobre ellas es mi pasión, sólo espero que leer mis palabras sea la tuya.
Clara.

martes, 31 de enero de 2012

CAPÍTULO 28


Sólo llevaba unas semanas en la hacienda. Linda le había dicho que, puesto que su padre estaba incapacitado, era necesario que él se hiciera cargo de sus negocios. Le había cedido los viñedos y todas las propiedades que integraban la hacienda. Le había pedido que mantuviera el prestigio que con tanto esfuerzo, ella y su familia, habían conseguido para su bodega.

Se había instalado en la casa grande, aunque su intención era mudarse a la pequeña casita en la que había vivido con su madre. A fin de cuentas estaba solo, no necesitaba una casa tan grande. Si las cosas con Sarah hubieran funcionado... Trató de borrar la idea de su mente. En las últimas semanas no había dejado de fantasear acerca de cómo sería su vida si Sarah y Paul estuvieran junto a él...

Salió a pasear por entre los viñedos, necesitaba sacar la idea de su cabeza: aún recordaba a Sarah en brazos de Steven. La idea le repugnó. Trataba de mantener su mente ocupada, había cosas en las que no quería pensar...

Por suerte, había tenido mucho que hacer en los últimos tiempos, ¡tenía que dirigir un viñedo!

Llegó hasta el lugar en el que se había celebrado la barbacoa. Recordó el incidente con Anya. Anya... pensó en la última vez que la había visto.

Fue el día después del funeral de Anita. Había sido el peor de su vida: primero, despedir para siempre a su madre y después el terrible enfrentamiento con Steven Taylor.

Recordó lo sucedido.



Cuando llamaron al timbre aún no se había acostado. No podía dormir. No sabía qué hacer. No tenía a quién acudir. Estaba solo.

No iba a abrir la puerta, no quería ver a nadie. El timbre seguía sonando, fuera quien fuera parecía que no iba a irse.

Enfadado, Alfred se levantó. Abrió la puerta. No esperaba que fuera ella.

-¿No vas a dejarme pasar? -preguntó ella. Sin previo aviso se acercó a él y rozó sus labios con los suyos.

Sorprendido, Alfred se separó rápidamente de ella.

-Por supuesto, pasa -la voz de Alfred sonó dura, seca.

Ella pasó hasta el salón observándolo todo: la casa estaba patas arriba, reflejaba el desorden en que había quedado la vida de Alfred tras la muerte de Anita. Apartó la ropa que estaba tirada en el sofá y se sentó.

-¿No vas a ofrecerme nada para beber?

-¿No vas a preguntarme cómo estoy? -respondió enfadado Alfred.

-Perdóname, cielo. No quería ser descortés, ¿cómo estás? -preguntó ella de la forma más seductora que era posible.

Alfred la miró con desprecio. No entendía cómo en algún momento había podido sentirse atraído por una mujer tan frívola y egoísta como la que tenía frente a él.

En la cocina preparó dos cafés. Le entregó uno a ella y se sentó en una silla.

-¿Qué te ha traído aquí? -le preguntó removiendo su café.

-Quería saber cómo estabas y ya de paso sacarte a cenar -dejó su café sobre la mesa y se acercó a Alfred. Retiró el café de las manos de él y se sentó sobre sus rodillas, le rodeó con sus brazos y le besó. Alfred no respondió a sus besos. Con frialdad, retiró los brazos de ella y se levantó.

-No sigas por ahí. No necesito que me saques a cenar. No necesito verte. Es más, no te quiero en mi vida, sal de ella -dijo en tono sereno.

-Vamos, Alfred. No voy a tenerte esto en cuenta, necesitas airearte.

-Estoy hablando completamente en serio. No sé qué es lo que voy a hacer, pero sí sé que no te quiero en mi vida. Ahora, si eres tan amable, vete -Alfred comenzaba a enojarse.

-¡Muy bien! Quería ayudarte pero ya veo que no me vas a dejar. No quiero a mi lado a un hombre así. ¡Adiós! -le dio un beso en la mejilla y con paso firme y decidido se fue.





Una vez fuera del apartamento Anya pensó que quizás lo sucedido era lo mejor. No quería un hombre con problemas a su lado, Anya era un espíritu libre: quería divertirse, no pensar en problemas... A ella le gustaban los hombres divertidos, que la hicieran reír y hacía mucho tiempo que eso no le ocurría con Alfred y, por lo que veía, en los próximos tiempos Alfred no iba a ser una compañía muy alegre. Decididamente, pensó Anya, lo mejor sería regresar cuanto antes a Los Ángeles. A fin de cuentas, la vida sigue, se dijo alegremente.

5 comentarios:

  1. la verdad es que me gusta tu blog, por los contenidos que tienes, son de mi gusto.
    besos
    http://patricelowcost.blogspot.com

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  2. Que buena entrada¡¡¡ me quedo con ganas de más.
    Un bs

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  3. Gracias a todas por comentar y también a aquellos que no os atreveis a comentar pero que seguís la historia de Sarah.

    ¡¡Gracias!!

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  4. Buenas tardes Clara, hoy conocí tu sitio(vengo desde Demo), y me enganché con la historia, pero que decepción(todavia faltan capitulos!)Desde hoy soy tu seguidora y volveré en tu proxima entrada.
    Saludos desde Argentina
    http//amorconagujaylana.blogspot.com

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