El amor y el odio son las pasiones que mueven el mundo. Escribir sobre ellas es mi pasión, sólo espero que leer mis palabras sea la tuya.
Clara.

viernes, 30 de marzo de 2012

LA PELI DEL FINDE

Greg (Ben Stiller) es un enfermero algo patoso que va a casarse con su novia Pam. Los problemas comienzan cuando conoce a la familia de su chica. El padre de ella, Robert de Niro, le rechaza desde el principio pero a medida que se van conociendo su rechazo se convierte en un desprecio total. Cuanto más se esfuerza Greg en tratar de ganarse a su futuro suegro, más ridículas son las situaciones en las que se encuentra. Una película con algunos gags absolutamente delirantes.
¿Cuál es vuestra peli favorita del gran Robert de Niro?

martes, 27 de marzo de 2012

CHRISTMAS SUN 2


Desde su amplio salón tenía una vista privilegiada sobre Central Park. Le encantaba el parque en invierno… y ahora iba a tener que renunciar a todo aquello. ¿Por qué le había hecho caso a William? ¿Por qué había dedicado el maldito editorial de Navidad a toda aquella basura que había salido de la sucia mente de aquel pseudo intelectual? Le maldijo una y cien veces. Fue entonces cuando reparó, ¿dónde se había metido?
Recorrió metro a metro su espacioso apartamento. No estaba en la habitación, ni en el despacho, ni siquiera en el estudio que se había habilitado junto a la cocina y en el que él decía que había encontrado la inspiración. De un golpe, tiró los lápices y los bolígrafos que estaban sobre el escritorio. Irritada, salió y se dirigió a su mueble bar, se sirvió una buena copa de vodka, solo, sin hielo.
No supo cuánto tiempo había pasado allí sola, en silencio. Las luces de Navidad del parque al encenderse la hicieron volver en sí. ¿Qué pasaba? Notaba que algo raro sucedía. De nuevo recorrió su apartamento.
En la habitación confirmó aquello que ya sabía de forma inconsciente: William se había ido, ya no quedaba nada de él. Los armarios estaban vacíos; en el baño, no quedaba ni rastro de sus cosas y hasta habían desaparecido sus montañas de libros, que Sun pensaba que nunca había leído.
Rabiosa, marcó su número de teléfono. Impaciente, esperó… “Ha sido imposible contactar con el número marcado, vuelva a intentarlo más tarde”. Se odió a sí misma por llamarle y le odió a él por ser tan cobarde.
Volvió al mueble bar y tomó la botella de vodka. Llenó la bañera y se metió en ella. No sabía por cuánto tiempo iba a poder mantener esa casa, necesitaba un nuevo trabajo, un nuevo novio y una nueva vida. La suya estaba desmoronándose.
Las gotas de lluvia golpeando contra su ventana la despertaron. La cabeza le iba a estallar. A duras penas llegó hasta la cocina y se preparó un café muy cargado. Al sorberlo, sintió un intenso pinchazo en la sien. Se dirigió al baño y se miró al espejo. Lo que vio no le gustó. ¿Quién era aquella mujer hundida y sin vida que la miraba desde el espejo? Nadie habría reconocido en ella a la influyente redactora de Top Fashion. Ella, que se jactaba de siempre estar perfecta, de no dejar que nada ni nadie se interpusiese en su felicidad y que presumía de tener siempre lo que quería… ¿quién era esa perdedora? Ese pensamiento la espoleó. No era una mujer que se dejase hundir.
Se duchó con agua fría; aquello la despejó. Se aplicó la leche corporal frente al espejo: mientras lo hacía se observaba con ojo crítico. Era una mujer impresionante, de curvas rotundas. Lo sabía y se sacaba provecho. Desnuda, fue a su vestidor. Era muy importante que en su primera aparición tras su debacle su aspecto fuera perfecto. No iba a darle a nadie la opción de verla hundida.
De entre su amplio vestidor eligió un vestido verde de un punto que se ajustaba perfectamente a aquel cuerpo por el que muchos suspiraban. Recogió su larga melena morena en un sencillo y elegante moño. El maquillaje era discreto pero efectivo. Por último, se calzó sus botas de altísimos tacones y el gran bolso de ante.
En la calle, un viento gélido le cortó la respiración. Se ajustó su carísimo abrigo de piel. Carlos, el portero de su edificio, la saludó cortés.
-¿Quiere usted un taxi, señorita Martin?
-Gracias –contestó sin mirarle.
Mientras el taxi se dirigía a su destino, Sun iba pensando qué iba a decir exactamente. La revista Actitud había estado deseando contratarla desde hacía más de dos años, quizá a fin de cuentas no fuera tan difícil…
-Sun, querida, sabes que te adoro y que me encantaría que trabajaras con nosotros…
-¿Pero? –preguntó impávida Sun. Conocía la respuesta pero necesitaba escucharla.
-Querida, sabes bien lo que pasa. Ese editorial… Te metiste con quien no debías y no lo hiciste de un modo muy elegante. Contratarte ahora mismo sería un suicidio. Quizá deberías intentarlo en otro lugar.
-¿Los Ángeles? –preguntó con una mueca de disgusto.
-Yo más bien estaba pensando en algún lugar como Emiratos Árabes –contestó con una risa maliciosa.
-Entiendo. Gracias por atenderme -dijo mientras se despedían con un apretón de manos.
Decidió que debía comer algo, apenas si había probado bocado en las últimas veinticuatro horas. Caminó por la Quinta Avenida absorta en sus pensamientos:
-Maldita zorra, maldita zorra, ¡cómo ha disfrutado! ¡Cómo me ha humillado! ¡Emiratos Árabes! Zorra sin talento. Cuánto tiempo habrá estado esperando este momento, cuánto tiempo. ¡Nadie trata así a Sun Martin! Juro que se tragará sus palabras, todas y cada una de sus estúpidas palabras.
La visión de Zorba, su restaurante favorito, aplacó sus ánimos. Saludó a Tony, el portero, y pasó al interior. Decenas de personas esperaban su mesa. Adelantándose a todas ellas se abrió paso hasta Kimberley, la encargada de las reservas.
-Hola, cielo, necesito un vodka bien cargado –dijo mientras se dirigía a su mesa de siempre.
Algo raro sucedió entonces. La discreta, amable y atenta Kimberley le cerró el paso.
-Señorita Martin, lo siento. Hoy tenemos el local completo. Tendrá que esperar unos minutos, hay mucha gente esperando.
-Kimberley, soy yo, Sun. ¡¿Qué coño os pasa a todos?! ¡¿Os habéis vuelto gilipollas o qué?! –su perfecta y estudiada tranquilidad finalmente había dado paso a su verdadera indignación, ¿cómo esa simple camarerucha que le había suplicado millones de veces una invitación para alguna de sus fiestas se atrevía a tratarla así?
No le dio tiempo a pensar más. Discretamente fue invitada a abandonar el local, jamás se había sentido más humillada.
Roja de rabia, ira, vergüenza y humillación tomó un taxi. Volvía a casa, necesitaba pensar con calma.
Nada más poner un pie en el vestíbulo de su elegantísimo y carísimo edificio supo que su aciago día aún no había terminado. Reunidos allí estaban los miembros de la comisión que decidía a quién se alquilaba y a quién no se alquilaba uno de aquellos apartamentos. Sun había sido admitida sin reservas un par de años atrás y ahora sabía a qué se debía aquella amistosa reunión.
-No os molestéis, sé lo que vais a decir. Dejadme un par de meses y me largo de aquí –dijo tratando de aparentar una calma que no sentía.
-Señorita Martin, su contrato de alquiler expira la próxima semana y visto que todos sabemos que no podemos renovarlo, necesitamos que lo abandone antes del próximo lunes –espetó el presidente de aquella comisión.
-¡Pero si es viernes! ¿Cómo esperáis que organice una mudanza en sólo…? –Sun se interrumpió sabía que aquello únicamente evidenciaría su debilidad y no les iba a dar ese gustazo a esos cabrones arrogantes –Perfecto, el domingo estaré fuera. Y ahora si me disculpáis –dijo mientras llamaba al ascensor.
La puerta del ascensor se cerró. Sun se derrumbó. No quería llorar; no al menos hasta no estar en la soledad de su apartamento. En la planta vigésimo quinta el ascensor se paró. Derrotada Sun introdujo la llave en su cerradura, ¡qué raro! ¿No había cerrado con llave al salir?
Sigilosa se introdujo en su apartamento. Había luz en el estudio, no era posible que el miserable…
Se descalzó y se acercó hasta allí. Se recostó en el quicio de la puerta y con voz melosa preguntó:
-¿Eres tú, vida mía? Sabía que no me dejarías –dijo mientras le lanzaba el primer libro que tuvo a mano.
William no pudo esquivar el golpe. No la esperaba. Sólo había vuelto porque había olvidado allí el manuscrito de su novela. Estaba seguro de que esa iba a ser la novela que lo catapultaría a la fama y que lo colocaría al nivel de Scott Fitzgerald, Bukowski, Faulkner y todos los grandes novelistas americanos del siglo XX.
No tenía talento y lo sabía pero también era perfectamente consciente de que tenía una aureola romántica que le procuraba ciertas influencias. Procedía de una familia adinerada dedicada a inversiones bursátiles que no había visto con buenos ojos que el mayor de sus hijos decidiera dedicarse a la literatura. William había suplido la falta de apoyo económico familiar rodeándose de gente de la que podía sacar algún provecho. Primero, la señora St. James una afamada escritora, ganadora de varios premios Pulitzer, que le había introducido en los círculos intelectuales. Después, Marcia Jones una prestigiosa editora que consiguió publicar algunas de sus novelas. Finalmente, Sun Martin, una de las más poderosas e influyentes de las periodistas de Nueva York, que lo encumbró entre las celebridades más admiradas y seguidas. Ahora que Sun había caído en desgracia sabía que su tiempo juntos había finalizado. No quería una escena y aquello no tenía que haber sucedido, ¡¡¿¿cómo demonios había sido tan estúpido para olvidar su novela??!!
Tenía que salir de aquella situación. Con la más encantadora de sus sonrisas se volvió hacia Sun.
-Amor, te estaba esperando –dijo atrayéndola hacia sí y besándola con pasión. Aquello no le supuso un gran esfuerzo, Sun realmente le excitaba y siempre habían disfrutado de un sexo alucinante.
Sun trató de resistirse, pero desde el primer momento supo que iba a ser inútil. Había sido el peor día de su vida y necesitaba un poco de cariño. No le quería. Nunca lo había hecho pero había sido un agradable compañero con el que dejarse ver en la ciudad. Podrían irse a vivir a la casa de los Hamptons de su familia. Quizá si fuera capaz de retenerlo…
Le besó con una fuerza y un ímpetu que sorprendieron a William, esperaba encontrar un poco más de resistencia. En fin, se dijo mientras la desnudaba, aquello iba mucho mejor de lo que esperaba. Ambos se entregaron con pasión y pasaron una noche de lujuria desenfrenada. Al llegar la madrugada Sun se durmió. Había sido un día muy intenso…
Despertó bien entrada la mañana. Los fríos rayos de un pálido sol de invierno se colaban en su habitación. Lentamente abrió sus ojos. Sabía que él no estaba. Permaneció un par de horas más en la cama. Tenía que pensar qué iba a hacer con su vida. Tenía algún dinero ahorrado, podría vivir un tiempo con bastante desahogo aunque no con el mismo nivel de vida. Pensó que no iba a dejar que nadie lo supiese.
Se levantó de la cama y paseó desnuda por su apartamento despidiéndose de todo. Lo único que podía llevarse era su ropa, el resto se quedaría. Allí no había objetos personales ni nada que tuviese ningún valor para ella.
Pasó el resto de la mañana haciendo las maletas. Por la tarde compró un billete de avión. Sólo ida. No sabía si podría hacerlo, pero no tenía más remedio. Tenía que desaparecer una temporada. Reinventarse.
Su avión salía a primera hora de la mañana. No podía postergarlo más. Insegura, marcó el número de teléfono. ¿Qué iba a decir?
-Soy yo. Voy a pasar las Navidades –esperó respuesta. Al no conseguirlo prosiguió -Llegaré mañana –la contestación seguía sin llegar. Colgó.
Al otro lado de la línea telefónica una voz femenina dijo:
-La hija pródiga vuelve a casa.

viernes, 23 de marzo de 2012

LA PELI DEL FINDE

Celda 211 fue la triunfadora absoluta en los Premios Goya de 2009. Es una película dura y que te mantiene en tensión desde el principio hasta el fin.
Supongo que la mayoría conoceréis su argumento: el funcionario de prisiones Juan Oliver acude un día antes a conocer su nuevo puesto de trabajo. Sufre un accidente y queda inconsciente y en ese mismo momento los presos inician un motín. Sus compañeros, sin saber qué hacer, le abandonan allí. Cuando recupera la consciencia no le queda más remedio que hacerse pasar por uno de los internos...
Un thriller demoledor y brutal con unas interpretaciones que te dejan sin aliento.
¿Os gustan este tipo de films? ¿Qué otra peli española me recomendaríais?

martes, 20 de marzo de 2012

CHRISTMAS SUN 1


Sun Martin esperó a que se abrieran las puertas del ascensor y salió decidida, con paso firme, en la decimoséptima planta del edificio Samuel Lewis que se alzaba en pleno centro de Manhattan. Entró directamente en la zona de recepción donde una joven tras un mostrador se encargaba de la centralita bajo un gran letrero luminoso que resaltaba en la enorme pared trasera donde se podía leer TOP FASHION- New York.
Miranda, la recepcionista, levantó un momento la vista y sonrió a Sun Martin y sin sonido gesticuló con sus labios un “Buenos días”. Sun le devolvió la sonrisa y girando hacia la derecha entró en la redacción de la revista, una de las más prestigiosas del momento en el sector de la moda.
Llevaba un sencillo conjunto Chanel de falda y chaqueta que resaltaban su escultural figura y dejaba al descubierto sus preciosas y bien torneadas piernas. Su pelo negro enmarcaba un bello rostro, casi sin maquillar, pues la genética había sido generosa con ella y sus enormes ojos negros no necesitaban de artificios para resaltar en su casi perfecto rostro, sólo un toque de rojo en sus labios que hacía aún más patente su belleza. Sun Martin era consciente de las miradas de admiración que dejaba tras su paso.
Caminó decidida hacia el fondo de la gran oficina, dejando a su izquierda una veintena de mesas ocupadas por los becarios y auxiliares de redacción que ya a primeras horas de la mañana estaban pegados a sus ordenadores, haciendo las modificaciones y todo el trabajo técnico que se requería para que la revista saliese cada semana. Era un trabajo duro, bien lo sabía ella, que cuando llegó hacía ya cinco años ocupó una de aquellas mesas.
Siguió andando hasta llegar a la puerta de su oficina que se encontraba en la parte derecha de la redacción. En la puerta se podía leer Sun Martin – Redactora Jefe. Abrió la puerta, entró y cerró tras de sí.
Dispondría todavía de unos minutos para sentarse tranquilamente, tomarse el café que llevaba en la mano y despertar toda la energía que necesitaba para enfrentarse a un nuevo día de locura en la redacción.
Se sentó en su sillón girándolo para encararse a través de su ventana al magnífico espectáculo que se ofrecía a su vista, el día empezaba a clarear y los rayos dorados del sol se reflejaban en los cristales de los cientos de edificios y rascacielos que se elevaban cada vez más altos, como si quisieran alcanzar lo inalcanzable.
Dio un sorbo a su café e hizo una mueca de asco, jamás había podido acostumbrarse al brebaje al que llamaban café y que los americanos bebían por litros. Pero si había que beber café par ser uno de ellos, se bebía y ya está. Asunción Martínez lo sabía muy bien y había aprendido a costa de esfuerzo y trabajo. Cuando llegó con una licenciatura de periodismo y una beca bajo el brazo supo que aquello no iba a ser nada fácil, aun cuando tenía las mejores notas de su promoción. Le habían abierto las puertas de la Gran Manzana y ella había elegido la revista Top Fashion porque pensó que allí le sería más fácil aprender debido a la versatilidad de sus contenidos. Había que averiguar las últimas tendencias, quién las iba a promocionar, qué personaje las iba a llevar a una estreno de cine o a un premio. Había que estar a la última en los cotilleos, quién dormía con quién, o quién había dejado de dormir, quién estaba a punto de divorciarse o quién se había entrometido en un bien asentado matrimonio y se olía una ruptura sonada, divorcios que costaban millones de dólares y mujeres que al sentirse abandonadas y sustituidas por alguna jovencita se convertían en dueñas y señoras de todo lo que poseían sus ahora ex maridos, quién se había internado en una clínica para deshabituarse al alcohol o las drogas y quiénes volvían de nuevo a las andadas, en fin una verdadera locura y un gran reto para ella.
El inglés aprendido con tanto esfuerzo en el colegio y en las academias en España, resultó que nada tenía que ver con el inglés al que se enfrentó cuando llegó. ¡No entendía nada! Pasó horas y horas robándoselas al sueño frente a la televisión, intentando imitar el acento, aprender las expresiones de asombro, de alegría, de decepción, el argot coloquial, repetía y repetía sin cesar hasta que logró que su acento si no totalmente neoyorquino si que tuviera un deje indefinido, que aún la hacía más interesante.
Pero todo su esfuerzo se vio recompensado. Cuando la beca estaba a punto de extinguirse, le ofrecieron un puesto de auxiliar de redacción y con ello la posibilidad de conseguir la carta verde que le permitía quedarse en el país, vivir en Nueva York, huir de su pasado y ser alguien nuevo. Asunción Martínez quedó atrás para convertirse en Sun Martin. Joven, guapa y ambiciosa. Aquello iba a ser el principio y el presente era de lo más prometedor.
Un par de buenas entrevistas y algo de suerte la elevaron al rango de redactora jefe y después de tres años sentada en una de las mesas que se apiñaban una tras otra a la izquierda de la redacción, pasó a la ocupar uno de los despachos de la derecha con su nombre en la puerta y un gran ventanal que ponía Manhattan a sus pies. Bebió el último sorbo de aquel inmundo brebaje y se dispuso a trabajar.
Miró los mensajes que tenía sobre la mesa, dos reuniones de trabajo por la mañana y una entrevista importante con un nuevo diseñador que estaba haciendo furor en las pasarelas con propuestas imposibles pero aquello era Nueva York y cualquier cosa era posible, miró su iphone tenía un mensaje, era de William “Me encantó la cena de anoche”.
Sun sonrió recordando la cena de anoche, ya que no cenó. La noche había sido inmejorable. Cuando llegó a su casa escuchó música clásica, y un delicioso olor a salsa boloñesa la asaltó de inmediato. William estaba en casa, llevaban un año viéndose, aunque no vivían juntos, él pasaba muchas noches en el apartamento de Sun, y había llegado a sentirse como en su propia casa. Del pequeño apartamento donde vivió al principio, había pasado a un lujoso apartamento con vistas al Central Park. Un día entró en una librería por el simple hecho de pasar un rato cuando se encontró hojeando un pequeño libro de historias, su autor William Declan. Estaba absorta leyendo uno de los cuentos cuando a su espalda oyó la voz armoniosa de un hombre dirigiéndose a ella.
-Si quieres te lo dedico.
Sun giró en redondo para encontrarse con un par de ojos azules que la miraban con picardía, un mechón de pelo castaño le tapaba parte del ojo derecho. Azorada miró la trasera del libro y efectivamente William Declan aparecía en la contraportada. Sonrió sin saber muy bien qué decir.
-Te lo dedico si tú me dedicas 15 minutos de tu vida y nos tomamos un café juntos –dijo William con un tono pícaro en su voz y una sonrisa divertida bailándole en su rostro.
Y allí había empezado todo, un año después seguían juntos y Sun estaba colada por él hasta los huesos. Aunque los últimos libros de William no habían tenido mucho éxito, ella lo había apoyado en todo momento y sobre sus hombros recaía la responsabilidad de pagar todos los gastos, pues los ingresos de William eran pocos e irregulares, pero a Sun no le importaba, él lo conseguiría y el éxito volvería a sonreírle. Además William la introdujo en los círculos intelectuales más vanguardistas y de allí pudo sacar material y contactos para su propio beneficio.
Rememoró la noche anterior y un delicioso escalofrío le recorrió la espalda. Se había quitado los zapatos de tacón alto nada más entrar en su casa, notando el suave tacto del suelo de madera bajo sus pies, era una sensación que siempre la trasladaba a su niñez, a la casa de sus padres, al caserón de piedra y madera del pueblo… sacudió la cabeza para despejarse y fue silenciosamente hacia el salón. William estaba en la cocina, preparando la cena, el olor de las especias y del tomate fresco eran inconfundibles, estaba preparando su famosa salsa boloñesa que acompañaría a un buen plato de pasta. Sun lo observó desde el quicio de la puerta, una barra americana separaba la cocina del salón y podía ver cómo se afanaba probando con cuidado su salsa. Era un hombre muy guapo, allí de espaldas podía ver sus brazos musculosos con las camisa arremangada hasta el codo, brazos y manos fuertes pero delicadas. Su espalda ancha acababa en un buen torneado trasero que la volvía loca. Su pelo como siempre demasiado largo le obligaba a llevarse la mano a la cabeza para retirarse el flequillo hacia atrás. Era el gesto de William que más le gustaba.
-¡Sun, cariño, ya estás aquí! –la exclamación la sacó de sus pensamientos.
Entró en el salón y William rodeó la barra para abrazarla y darle un cariñoso beso en los labios.
-Tus labios saben mejor que mi salsa, te los comería –dijo quedamente en su oído. Le quitó la chaqueta con suavidad dejándola caer sobre el sofá.
-Me encanta el olor de tu pelo –susurró.
-Will no seas tonto, llevo todo el día trabajando y necesito… - no pudo acabar la frase porque él volvió a besarla nuevamente, desabrochó con pericia el botón que sujetaba la falda que cayó desmayada a los pies de Sun.
Él seguía besándole el cuello, el lóbulo de la oreja, susurrándole bajito.
-Eres la mujer más bella que conozco… te amo.
Uno a uno desabrochó los botones de su blusa de seda y metió sus manos por debajo para sentir el calor de su piel. Un escalofrío de placer la recorrió.
La besó sintiendo los carnosos labios de Sun entre los suyos y como sus lenguas se encontraban y recorrían sus bocas, esperando encontrar algún rincón que no hubiesen explorado antes.
Sun se apartó y le desabrochó la camisa y acarició su pecho fuerte y musculoso, duro como el acero, que William se cuidaba de mantener gracias al gimnasio. Sin dejar de acariciarlo Sun se fue arrodillando muy despacio sin dejar de mirarle a los ojos y comenzó a desabrocharle el cinturón y los botones de los vaqueros que llevaba. Notó su excitación al igual que notó cómo su sexo se humedecía de impaciencia.
William se agachó junto a ella besándola con avidez y suavemente la echó sobre la alfombra, le quitó los pantys que aún cubrían sus piernas, ella arqueó la espalda muerta de deseo por él. Sun notó como la penetraba suavemente, sin quitarle las minúsculas braguitas que llevaba y sin dejar de besar su cuello, sus labios, sus pechos turgentes que con un ligero movimiento habían salido de la prisión del sujetador.
Los movimientos de William se fueron haciendo más impetuosos y Sun agarrada a la suave alfombra no podía resistir el placer que le recorría desde los riñones toda la espina dorsal, que se curvaba hacia arriba para recibir los embates del sexo de William. Él le cogió las manos aplastándolas contra el suelo, entrelazando sus dedos cuando notó que estaba cerca del éxtasis. Los dos cuerpos convertidos en uno exhalaron un grito de placer cuando al unísono alcanzaron un orgasmo que los dejó exhaustos uno sobre la otra.
-La salsa…-dijo Sun.
-Olvídate de la salsa –contestó William besándola de nuevo.

Sun Martin estaba hablando por teléfono cuando unos suaves golpes en su puerta llamaron su atención, la puerta se abrió un poco y asomó la cara simpática de Amanda, la Secretaria de Dirección. Con un gesto de la mano le dijo que esperara y tras unas palabras y una corta despedida colgó el teléfono.
-Hola Amanda ¿qué te trae por aquí? -preguntó con una sonrisa.
-Sun, cariño, el gran jefe quiere verte y no me preguntes más porque no sé de qué va todo esto -dijo de carrerilla.
-De qué va ¿el qué? –Sun estaba intrigada.
-No sé, lo único que te puedo decir es que hay muchas idas y venidas, nada más.
-Bueno, está bien, dile que al final de la mañana tengo un hueco y podré hablar con él, ahora tengo una reunión…
-Lo siento cielo –la interrumpió Amanda -ha dicho que quiere verte ahora, de hecho soy tu escolta –dijo con embarazo.
-¿Has traído las esposas? –preguntó Sun entre divertida y curiosa –Te informo que sólo hablaré delante de mi abogado y que si me lo vas a poner difícil me acogeré a la quinta enmienda.
Las dos jóvenes se echaron a reír y charlando amigablemente se dirigieron hacían los ascensores, debían subir a la decimonovena planta. La planta noble, el Olimpo de los directivos. Grandes despachos, salas de reuniones donde de lo último que se hablaba era de moda o cotilleos, pero sí de inversiones, bolsa y dólares. Jugaban al monopoli de las altas finanzas y decidían si compraban una calle o cuánto debían de pagar para seguir jugando.
Sun iba pensando qué demonios quería el gran jefe, como llamaban al Presidente de la Editorial, de ella. Quizás fuese un aumento de sueldo o quizás una mejora profesional. El editorial que habían sacado en el último número había sido un bombazo y se habían vendido cientos de miles de ejemplares.
Amanda se sentó tras su mesa y pulsó el botón interlocutor.
-Señor Wright, la Srta. Martin está aquí.
Sun no pudo escuchar la respuesta pero Amanda le indicó con un gesto que podía entrar. Se arregló el pelo, se estiró las mangas de la chaqueta, se pasó las palmas de las manos a ambos costados de la falda y abrió la puerta con decisión.
-¡Ah! Aquí está Srta. Martin.
-Buenos días Sr. Wright –saludó afablemente.
-Siéntese, por favor. Quiero que sepa en primer lugar lo agradecidos que estamos en la compañía por su trabajo y por el esfuerzo que ha demostrado estos últimos años, pero la situación devenida por la crisis, ha hecho decrecer las ventas y ello nos obliga a tomar decisiones muy penosas, pero necesarias si queremos…
El Sr. Wright siguió hablando. Sun pensó ha sido el editorial de la semana pasada, estoy segura.
-¿Es por el editorial del número pasado? –le interrumpió.
-Lo siento, Srta. Martin, pero esta vez ha cazado una presa que no se debía tocar, y he recibido algunas llamadas que comprometen muy seriamente a la revista y como usted comprenderá la revista es lo más importante, me han pedido su cabeza y estoy dispuesto a concedérsela.

Salió del despacho como una sonámbula, ni siquiera escuchó lo que preguntó Amanda.
-Sun ¿te encuentras bien? –inquirió al ver la palidez del rostro de su compañera.
Sin contestar bajó por las escaleras, despacio para poder recomponerse de nuevo, para poder asimilar el mazazo que acababa de recibir. Tenía el resto de la semana para recoger sus cosas y no dejar asuntos pendientes. Las piernas le fallaban y tuvo que sentarse en un escalón rompiendo a llorar. Todo se había roto en tan solo quince minutos. Sus sueños, sus proyectos, todos se había hecho añicos. Intentó calmarse pues no iba a irse como una perdedora, si salía, saldría pisando fuerte y sonriendo.
-Nadie -pensó- nadie va a sentir lástima de Sun Martin.

La ciudad se iba engalanando poco a poco para la celebración de la Navidad. Los empleados municipales iban colgando las luces que adornarían las calles, las tiendas daban la bienvenida a estas fiestas colgando adornos y todo ello faltando un mes para las fiestas, cada año las Navidades comenzaban antes. Sun seguía llamando a las redacciones, pero siempre se encontraba con una pared infranqueable. “Lo siento, el director está reunido en este momento.”, “Déjeme su número y le llamará” etc. Un montón de excusas que no la llevaban a ningún sitio. Las semanas pasaban y el dinero se iba acabando, la situación se estaba volviendo tensa con William.

viernes, 16 de marzo de 2012

LA PELI DEL FINDE

Esta semana la recomendación viene de la mano de mi madre. Hace ya unos añitos me recomendó vivamente esta joyita de Polanski.
Pese al título que nadie espere encontrar una película de terror sino más bien una estupenda y divertida comedia.
¿Os gusta el cine de Polanski? ¿Qué opináis de las películas que parodian el cine de terror?
¡¡FELIZ FIN DE SEMANA!!

martes, 13 de marzo de 2012

CHRISTMAS SUN

La semana pasada publiqué el último capítulo de "Las uvas de la pasión". Gracias por vuestros cariñosos  correos electrónicos, jamás pensé que pudiera tener tan buena acogida. A partir de la próxima semana comenzaré a publicar una nueva novela titulada "Chritsmas Sun".
Esta nueva novela será muy distinta a "Las uvas de la pasión" pero no por ello menos interesante. Espero que tenga, al menos, la misma acogida que le disteis a Sarah y Alfred.

Un saludo y muchas gracias a quienes haceis que, este  mi sueño, se esté haciendo realidad día a día.

viernes, 9 de marzo de 2012

LA PELI DEL FINDE

¿Victor o Victoria?  es un film clásico de los que te mantienen con una sonrisa en los labios.

La historia transcurre en el París de los años treinta. Tras fracasar en una audición Victoria Grant se encuentra con Toddy, quien le propone convertirla en Victor. El espectáculo de transformismo se convierte en todo un éxito pero todo se complica cuando King Marchan se enamora de Victor, ¿o Victoria?

¿Os gustan las películas musicales? ¿Cuál es vuestro musical preferido?

martes, 6 de marzo de 2012

CAPÍTULO 33


Sarah terminó de cerrar la maleta, ya lo tenía todo preparado. Paul estaba desayunando con Helen en la cocina.

-Abuela, ¿vendrás a visitarnos?- le preguntó el niño.

-Claro, cariño. Iré a menudo, y tú también vendrás a pasar las vacaciones aquí conmigo -contestó Helen con una sonrisa.

Sarah entró en la cocina.

-¿Ya has terminado Paul? -preguntó.

- Sí, mami -contestó el niño.

-Madre, he dejado algunas cajas que mandaré a recoger. En cuanto estemos instalados vendrás a visitarnos, ¿verdad?.

-No lo dudes. Os voy a echar mucho de menos. ¡Date prisa! si no perderéis el autobús.

Helen los condujo hasta el centro de la ciudad, donde estaba la parada. Madre e hija se fundieron en un abrazo.

-Te quiero -musitó Helen.

-Yo a ti también, mamá - respondió Sarah.

-Me marcho, no quiero veros partir.

Paul y Sarah vieron marchar a Helen. Se sentaron en un banco. Sarah miró a su alrededor despidiéndose de las calles que habían formado parte de su vida.

-Adiós Green Valley, hasta pronto. Adiós Alfred, espero que seas feliz. Adiós Laura, no hagas sufrir mucho a Roy. Adiós William, gracias por tu comprensión. Adiós Anita, cuida de todos ellos.

Un estridente chirrido de neumáticos la sacó de sus pensamientos, Alfred frenó el coche al otro lado de la calle.

Bajó de su coche y cruzó la calle dirigiéndose a Sarah y Paul.

-¡Alfred, has venido!

-Hola Paul. Toma, te he traído un regalo -dijo Alfred, tendiéndole uno de sus cómics preferidos.

-¡Qué guay, gracias! - dijo el niño sentándose en el banco y abriendo el cómic.

Se quedaron uno frente al otro.

-Sarah, durante estas últimas semanas han ocurrido muchas cosas, todas terribles, y una sola buena, tú -dijo Alfred tendiéndole una pequeña caja aterciopelada.

Sarah miró lo que le tendía Alfred, lo único que podía contener aquella caja era un anillo. Con un gesto de su mano la rechazó.

-No, Alfred. Ya he tomado mi decisión -contestó categórica.

-Prometo llevarte a cenar a románticos restaurantes. Prometo pasear contigo por las calles de Green Valley cogidos de la mano. Prometo mirarte tiernamente a los ojos y besarte bajo cada farola. Prometo susurrarte al oído que te he echado de menos. Prometo llevarte a una maravillosa cascada de agua cristalina y bañarnos desnudos. Prometo amarte todas las noches hasta el amanecer. Prometo decorar contigo nuestro hogar. Prometo que nuestro amor nunca se marchitará y te prometo envejecer junto a ti. Todo esto te lo prometo si me lo permites.

Sarah negaba con la cabeza.

-Es demasiado tarde, y mi autobús ya está llegando.

Alfred agachó la cabeza abatido. Cruzó la calle y se apoyó en el coche de espaldas al autobús, no podía ver a Sarah partir. Escuchó cómo el autobús frenaba, oyó el sonido característico de las puertas al abrirse. Al cabo de unos minutos volvió a oír cómo se cerraban y cómo el autobús arrancaba y se alejaba llevándose a Sarah.

-¡Alfred! ¡Alfred! -era Paul quien gritaba.

Alfred se giró y vio a Sarah y Paul que permanecían en la parada. Su rostro se iluminó y corrió hacia ellos. Cogió a Sarah por la cintura, abrazándola contra sí y buscó sus labios.

-¿No tenías algo para mí? -preguntó Sarah con una mirada pícara.

Como respuesta, Alfred sólo pudo volver a besarla. Paul le agarraba reclamando su atención. Lo cogió en brazos.

-¡Ven aquí, pequeñajo!




Con Paul en sus brazos tomó a Sarah por la cintura y musitó a su oído:

-Vámonos a casa.

viernes, 2 de marzo de 2012

LA PELI DEL FINDE

¿Quién no conoce esta película? Yo la vi en el cine y tengo que reconocer que lloré a moco tendido.
La peli cuenta la historia de  Maggie Fitzgerald, una joven cuyo único deseo es convertirse en boxeadora profesional. El papel de Clint Eastwood es el de un entrenador de boxeo que finalmente, y a regañadientes, se convierte en su mánager.
Tras unos brillantes combates Maggie comienza a ganar mucho dinero, con el que tratará de dar una mejor vida a su familia. Sin embargo, la mala suerte se ceba en ella puesto que un mal golpe en una pelea la deja tetrapléjica.
¿Qué os parece el cine de Clint Eastwood? ¿Cuál de sus films es vuestro preferido? 
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