El amor y el odio son las pasiones que mueven el mundo. Escribir sobre ellas es mi pasión, sólo espero que leer mis palabras sea la tuya.
Clara.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

CAPÍTULO.10

CAPÍTULO.10

Helen llegó a su habitación que estaba casi en penumbra y se dejó caer en un sillón. La tristeza le atenazaba la garganta y casi no podía respirar. Trató de serenarse abrazándose a sí misma y aunque deseaba desesperadamente llorar ni una sola lágrima asomó a sus ojos, estaban secos, había llorado tanto en su vida que ya no le quedaban lágrimas que derramar.
Meciéndose suavemente adelante y atrás logró que su cuerpo dejase de temblar y poco a poco se serenó. No se movió, se recostó lentamente en el sillón y volvió atrás en el tiempo, cuando contaba diecinueve años y era una joven llena de vitalidad y con la cabeza llena de sueños por cumplir.
No le gustaba estudiar demasiado por lo que había decidido hacer una formación profesional y llegar a obtener un diploma como esteticista, quería tener su propio centro de estética, ser la dueña de su trabajo e incluso, si las cosas iban bien emplear a otras especialistas.
En sus sueños veía como su centro integral de estética era publicitado en las mejores revistas de belleza. Se veía a sí misma con un futuro lleno de éxitos, tendría que viajar para conocer las últimas técnicas, los tratamientos más novedosos: Sacramento, Los Ángeles, Nueva York... Europa, recorrería el mundo e incluso podría poner su nombre a una gama de maquillaje.
Una sonrisa llena de amargura curvó los labios de Helen ¡cuántos sueños se tienen cuando la vida todavía no ha pasado ninguna factura!
Helen y sus amigas salían y se divertían como si cada sábado por la noche fuese el último. Fue en uno de esos sábados cuando conoció a Harry. Era un joven que trabajaba en uno de los viñedos que rodean a Green Valley.
Estaba sentado con unos cuantos amigos tomando unas cervezas, eran unos pocos pero hacían mucho ruido.
Helen se fijó al instante en Harry. Le llamó la atención aquel joven que reía con una sonrisa encantadora, los labios bien dibujados dejaban entrever unos dientes blanquísimos que contrastaban con su piel bronceada. Sus ojos negros llenos de vida, con una mirada limpia, honesta, sin rastro de maldad. Un mechón de pelo rebelde caía sobre uno de sus ojos dándole un aspecto de joven travieso que para ella resultó de lo más atractivo.
Sentada en la mesa contigua Helen y sus amigas charlaban pero ella no podía apartar los ojos de aquel joven sentado a pocos metros. De repente las miradas de ambos se cruzaron y se quedaron prendidas una de la otra, parecía que no podían dejar de mirarse y aunque el contacto visual duró apenas unos segundos, ellos siempre pensaron que habían pasado varios minutos. La primera en retirar la mirada fue Helen que, completamente ruborizada, no sabía qué hacer con sus ojos, ni con sus manos. Una risa nerviosa, que no pudo reprimir, escapó de sus labios.
Nunca podría precisar cómo ni cuándo sucedió pero un momento después las dos mesas estaban juntas y el grupo de chicos estaba sentado junto al  de Helen y sus amigas; ni, cómo poco después, ambos bailaban en la pequeña pista que había al fondo del local.
Helen se sentía mareada no tanto por la cerveza que había tomado como por las mariposas que notaba revolotear en su estómago. Estaban bailando muy juntos, casi sin moverse, pero conscientes el uno del otro, del casi imperceptible temblor de sus labios, del calor que desprendían sus cuerpos.  Notaba la respiración de Harry junto a su oído y con la cabeza apoyada en su hombro casi podía notar el sabor de la piel de su cuello.
Aquella noche fue mágica para los dos, fue su primera noche juntos y Helen siempre la recordaría porque fue la mejor noche de su vida y el fin de sus sueños.
Empezaron a verse a la salida del instituto, Harry la esperaba apoyado en su destartalada furgoneta y Helen sólo podía ver aquellos ojos negros donde perderse, aquellos brazos robustos, aquellas manos grandes y fuertes pero, a la vez, tan tremendamente tiernas, que cuando recorrían su cuerpo le hacían perder el sentido.
Acabó el curso con el verano y  comenzó a trabajar en el pequeño salón de belleza de Dona Carson, quería reunir la experiencia y el dinero necesarios para poder establecerse por su cuenta en un futuro cercano.
Su relación con Harry se hacía cada día más fuerte y sentía en su interior que le amaba, necesitaba sus besos como necesitaba respirar, necesitaba estar cerca de él para sentir que la vida tenía algún sentido y la pasión que existía entre ellos era el motor que les hacía levantarse cada mañana, para que las horas del día pasasen rápido y llegase pronto el momento de encontrarse de nuevo.
Era una noche de luna llena, luminosa y cálida. Se encontraban en lo alto de un pequeño cerro donde la suave brisa de la noche mecía las hojas de los árboles y cuyo sonido se unía al sinfín de ruidos nocturnos. A sus pies el gran valle se extendía hacia el horizonte.
Helen y Harry estaban sentados el uno junto al otro sobre una pequeña manta y observaban el paisaje nocturno con un silencio reverencial, como si el hecho de hacer algún sonido pudiese romper la belleza del momento.
El brazo de Harry rodeaba la cintura de Helen y ella apoyaba la cabeza en su hombro. Él comenzó a acariciar su brazo, su espalda y ella pudo sentir la calidez de su mano atravesando el fino vestido de algodón que llevaba aquella noche. Giró la cara hacia Harry buscando sus labios y ofreciendo la calidez de los suyos, fundidos en un largo y apasionado beso. Sus respiraciones se transformaron en una sola y sus cuerpos se buscaron con deseo irreprimible. Echados uno junto al otro, Harry recorría despacio el cuerpo de Helen y cada caricia era un escalofríode placer.
La besó en los labios, bajando despacio por su cuello, sus hombros descubiertos, sus pechos...
Casi sin darse cuenta estaban desnudos sobre la pequeña manta, podían verse iluminados por la clara noche y envueltos en la fragancia que desprendía la tierra. Podían sentirse, reconocer su olor. Se dejaron llevar por la pasión que les producía el contacto mutuo.
Helen siempre recordaría el placer inmenso que sintió cuando Harry entró en su cuerpo, un gemido escapó de sus labios y oleadas de deseo la  invadieron. Sus piernas rodearon las caderas de Harry, su cuerpo era una ofrenda de amor donde él podría perderse...
Aquella noche, sobre aquel cerro, sólo la luna, las estrellas y la oscuridad fueron testigos del acto de amor donde dieron rienda suelta a su deseo y a toda la pasión que llevaban dentro.
Sólo semanas después Helen supo que había quedado embarazada. Toda la pasión, todo el placer, se había tornado preocupación. ¿Qué iba a hacer?
Sin tiempo para reflexionar sobre si quería o no casarse, Helen contrajo matrimonio con Harry. No hizo falta que pasara mucho tiempo para que comprobase que había sido un error. Él fue un buen marido y un excelente padre para Sarah pero Helen comprobó que la inicial pasión pronto se convertiría en desamor y reproches.
El divorcio ni siquiera fue una opción para ella, había cometido un error y tenía que afrontarlo. El precio pagado por ese error había sido muy alto: toda una vida de infelicidad.
Cuando Helen se levantó a la mañana siguiente, Sarah ya no estaba en casa. La noche anterior, después de su discusión, su hija había salido y ella no sabía dónde había ido. Se quedó despierta en su cama esperando a que regresara. Volvió muy tarde. Después de sentirla en casa, Helen se durmió.
Quería encontrarse con Sarah por la mañana antes de que se fuera a trabajar. Necesitaba aclarar algunas cosas pero  había salido muy temprano.
Pensaba todo esto mientras preparaba mecánicamente el desayuno y el almuerzo para Paul. En pocos minutos pasaría el autobús del colegio.
Despidió al niño en la puerta de casa. Le dio un beso y le dijo adiós con la mano. Se preguntó por qué su relación con Sarah no era así.
Regresó a la cocina y se preparó un café bien cargado. Tenía que pensar y reflexionar sobre todo lo acontecido.
Necesitaba sus pastillas. Fue a su habitación, las pastillas estaban sobre la cómoda. Alzó la vista y se encontró con su reflejo en el espejo del tocador. ¿Realmente la mujer que la miraba era ella? ¿Dónde había quedado aquella muchacha llena de ilusiones, de proyectos y de sueños?
Jamás se habría imaginado que aquella joven idealista y llena de vida acabaría convertida en lo que era: una mujer amargada, una mujer que no quería a su hija, que nunca quiso a su marido, que... No pudo continuar. El llanto se apoderó de ella. Nunca se había dicho a sí misma todas estas cosas. Le dolía admitir que nunca había amado a Harry,  que... Su mirada se posó sobre la foto que tenía sobre el tocador: era una foto de familia. Harry y Sarah jugaban en el jardín, ambos parecían muy contentos; en el lateral aparecía Helen, ceñuda, con su permanente mueca de disgusto en la cara.
No recordaba quién había sacado esa fotografía aunque sí recordaba cuándo había sido tomada. Celebraban el séptimo cumpleaños de Sarah; la foto la habían tomado en el jardín. Los dos parecían estar disfrutando mucho, no como ella.
Suspirando, se tendió en la cama. ¿Por qué? ¿Por qué había tenido una vida que no la llenaba? ¿Por qué sentía la necesidad de hacer daño a quién más quería?  Sí, ella quería a Sarah, quizá no se lo demostrara, había puesto todas sus esperanzas en ella y la había defraudado...
En este punto de sus reflexiones Helen se detuvo. No podía creer que fuera tan egoísta, que estuviera cargando sobre su hija todos los errores que ella había cometido en su juventud...
Se paró a reflexionar cómo había sido la vida con Harry. Habían estado casados más de veinticinco años y nunca había existido entre ellos una complicidad, una intimidad, nunca habían compartido sus sueños y esperanzas... Realmente había sido Helen la que había establecido una barrera infranqueable entre ambos; culpaba a Harry por no haber podido cumplir sus sueños y, lo que era peor, también culpaba a Sarah...
Se dio cuenta de que había pasado toda su vida culpando a los demás por algo que ella hizo, por haber vivido la vida que otros le señalaron... ¡qué ironía! y ahora ella estaba haciendo lo mismo con Sarah, ¿es que acaso pretendía que Sarah acabara como ella, sola y amargada?
El sonido del teléfono la sacó de sus pensamientos. Contestó. Era Dona. Le tocaba abrir el centro de estética, tenía que darse prisa.
Suspiró. Se levantó. Se vistió y salió, como hacía cada mañana de los últimos treinta años, hacia el trabajo.

9 comentarios:

  1. Ay, quiero saber más de la historia!! Qué interesante se ha puesto!!!

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  2. Me parece increible tu trabajo en este blog, enhorabuena. Bss. www.anydayispretty.com

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  3. Hola Clara,
    hoy he leido la mitad y me encanta.
    Pero como ahora no puedo seguir, vuelvo mañana..a ver lo que sucede.

    Un besazo.

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  4. Qué interesante! veo que estás de vuelta!!!

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  5. Me ha encantado... ¡Ya tengo ganas de seguir leyendo las siguientes entregas!

    Un besazo
    Maca :)

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  6. De vuelta!!! Voy a intentar leerlo de una sola vez, que en 2 partes no me va a tener gracia

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  8. Que enganchada estoy Dios!!!Para cuando el siguiente capitulo??
    Oye me dejaste un comentario en el post del sorteo de mi blog pero no estas participando en sí. Porque no te animas? Es muy fácil!! Besitos!

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