El amor y el odio son las pasiones que mueven el mundo. Escribir sobre ellas es mi pasión, sólo espero que leer mis palabras sea la tuya.
Clara.

jueves, 15 de septiembre de 2011

CAPÍTULO.11



Sarah llegó más temprano que nunca al Taylor’s coffee shop. Necesitaba un lugar donde estar a solas y poder pensar en lo sucedido la pasada noche con William. Sabía que el modo en que había actuado no había sido correcto pero no había podido evitar el comportarse como lo hizo. No estaba preparada para lo ocurrido aunque eso no era excusa y ella lo sabía.
El alcohol y la imagen de Alfred con Anya hicieron que Sarah coqueteara más de lo debido con William. No iba a negar que le encantó, después de tanto tiempo, volver a sentirse objeto de deseo de un hombre y O'connor no era un mal tipo.
Recordaba los besos y las caricias de la noche anterior. Sentía de nuevo la excitación.
Se paró a pensar. Había huido del lado de William, le había dejado solo, sin una explicación. Ni ella misma sabía el motivo. Era un buen hombre; la quería, de eso no cabía la menor duda, y ella tenía ganas de dejarse querer. Alfred había demostrado no ser el hombre que ella creía, no merecía su amor. Se había comportado como un cobarde y ella como una tonta.
Roy entró en el local, cargado con las bandejas. Saludó a Sarah. Tenía cara de cansado. Se preguntó si la causante de las ojeras de Roy no sería Laura. Tenía ganas de contarle a su compañera lo sucedido con William.
-¿Cómo estás princesa?
-Eres un encanto -a Sarah le parecía que Roy era un chico encantador. Laura debería dejarse de andar con unos y con otros,  y centrarse.
Continuaron charlando.
-Tienes cara de cansado -no pudo evitar decirlo.
-Estuvimos hasta tarde en el Country Club. Ayer empezaron los conciertos -dijo Roy con una media sonrisa.
-¿Qué conciertos? -preguntó curiosa la joven.
-Princesa, no te enteras de nada. Todos los años, por estas fechas, el Country Club organiza la semana del rock. Los mejores grupos del valle acuden, ¡es realmente fantástico!- dijo Roy guardando las bandejas más pesadas en el almacén. Acompañó la frase con un movimiento que imitaba al de los guitarristas heavy.
Ella rió. ¡Este Roy no tenía remedio!
Con las bromas no advirtieron que la puerta del Taylor’s coffee shop se habían abierto para dejar paso a un nuevo cliente, que se situó justo a su espalda.
-Hola Sarah.
Ella dio un respingo. Se giró y vio a William O’Connor. Estaba pálido y tenía cara de no haber dormido nada en toda la noche.  Se sintió culpable.
-Buenos días, William -respondió azorada.
En ese instante Roy, que aún estaba en el almacén, gritó:
-Sarah, ¿por qué no nos acompañas el sábado al Country Club? Vienen los Smash, ¡son brutales!
Sarah que continuaba mirando fijamente a William no respondió. Tenía que aclarar las cosas con él. Era un buen hombre y no merecía pasarlo mal por su causa.
Roy salió del almacén. Los vio uno frente a otro mirándose y sin mediar palabra. Dejó el albarán sobre la barra y salió del Taylor’s coffee shop sin despedirse.
-No he pegado ojo en toda la noche, Sarah. No sé qué ocurrió  y créeme que no entiendo nada -William estaba muy serio.
-Te invito a un café -dijo Sarah pasando tras la barra. -Siéntate.
Él  se sentó en uno de los taburetes, la miraba con una mezcla de pena y tristeza. Parecía muy melancólico.
Sirvió dos tazas de café y se sentó juntó a él. Las manos de William descansaban sobre la barra, Sarah las acarició ¡le daba tanta pena!  La miró confundido y retiró sus manos. Sarah sintió que debía explicarse aunque ni ella misma tenía claro qué había pasado.
-William, no sé qué decirte. Me comporté como una idiota. No quería hacerte daño - dijo  quedamente.
-Pues lo hiciste Sarah -había un tono de amargura en su voz.
-Puedo y debo compensarte. Roy nos ha invitado al Country Club, hay conciertos, ¿qué te parece? ¿Nos vemos el sábado? Dime que sí, no me gusta verte tan enfadado conmigo. -Tenía la imperiosa necesidad de ser perdonada por William.
-No estoy enfadado contigo sino conmigo. Creo que te asusté, Sarah, pero ni yo mismo fui consciente de todo lo que significas para mí hasta ayer mismo -su rostro se había suavizado.
-Bien, entonces decidido. Recógeme el sábado -Estaba decidida a darle una oportunidad a William. Si para Alfred no era nada para William  parecía serlo todo.
-Entonces de acuerdo, el sábado pasaré a recogerte para ir al Country Club -con una sonrisa se levantó. Metió su mano en el bolsillo del pantalón pero antes de que pudiera sacarla, Sarah dijo:
-Al café invito yo.
William la miró de una forma muy especial, como si quisiera guardar aquel momento para siempre. Sarah sintió que le gustaba aquella forma en que la miraba, la hacía sentir especial y no como Alfred...
La despidió con un movimiento de mano y ella, sin poderlo evitar, le besó suavemente en los labios. William la miró sorprendido, ¡no sabía a qué debía atenerse con Sarah Slater!
-Yo... tengo que irme, Sarah... llegaré tarde -tartamudeó.
-Nadie te lo impide -Le miraba inocentemente.
William la miró durante unos segundos más, después giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta de salida. Justo cuando estaba a punto de salir, Sarah le gritó, divertida:
-¿A qué hora me recogerás? -se sentía dueña de la situación, le gustaba saber que le ponía  tan nervioso, eso nunca había sucedido con Alfred.
-A las nueve en punto -fue su respuesta.  Salió en dirección a su coche.
Se entretuvo en ver cómo salía. Después suspiró y volvió a su tarea: había que encender la plancha y preparar la cafetera, los clientes no tardarían en llegar. Sin embargo, no fue un cliente la primera persona que llegó sino Laura ¡y menuda cara que traía!
-Pero, ¿qué haces aquí tan temprano? -le preguntó sorprendida.
-El Sr.Taylor me dijo que viniera antes...
Sarah aún temblaba de rabia cuando recordaba su última conversación con Steven; aquella amenaza de despedirla si no accedía a satisfacer sus deseos. No podía creer que algo así le estuviera sucediendo a ella. Steven Taylor le había dado el plazo de una semana para tomar una decisión. Ella sabía que no tenía elección: si dejaba el trabajo le resultaría imposible encontrar otro en Green Valley ya que el Sr. Taylor era el dueño de prácticamente todo. Su única opción era salir de allí, iniciar una nueva vida en Los Ángeles o San Francisco...
Ya no pudieron hablar mucho más. El buen tiempo había llegado al valle y el coffee shop se llenaba desde primera hora de la mañana, el spa funcionaba a pleno rendimiento y en el campo de golf apenas cabía un golfista más.
A media mañana, las cosas se calmaron un poco y Sarah y Laura tuvieron tiempo de charlar. Acodadas tras la barra las dos amigas comenzaron a hablar.
-Laura, tengo que contarte una cosa -comenzó Sarah.
-Ya sabía yo que algo te pasaba, estás muy distraída.
-Ayer estuve en el apartamento de William O’Connor...
-Por fin espabilas, Sarah -una mueca maliciosa se dibujó en su rostro. -Eso es justo lo que tenías que haber hecho, pero hace ya mucho tiempo.
-No es lo que te imaginas, Laura. Ayer discutí con mi madre, te juro que no puedo más, mi madre, Alfred, Steven... -No pudo continuar.
-Cariño, algo tendrás que hacer y no lo digo sólo por Steven, también con tu madre, deberías plantarte Sarah -Laura la abrazó.
-Ya. El caso es que después de lo que pasó ayer con Alfred y lo de Steven llegué a casa hecha polvo y mi madre, para variar, me dio todo su apoyo -dijo Sarah con ironía. -Yo estaba fatal y me llamó William y el caso es que nos besamos porque...
Laura no dejó terminar a Sarah:
-¿Cómo que os besasteis? ¿Cuándo os visteis? ¿Por qué? -las preguntas salían sin descanso de los labios de Laura.
-Bueno, si me dejas te lo cuento -dijo Sarah.
-Cariño, me parece que me he perdido algo, ¿tú no estabas profundamente enamorada de Alfred?
Los ojos de Sarah se entristecieron con la sola mención de Alfred, y Laura, viendo el efecto que sus palabras habían causado en su amiga, se disculpó de inmediato:
-Lo siento mucho de verdad yo no quería...
-No pasa nada, tienes razón. Me ilusioné con Alfred y mentiría si te dijese que no siento nada por él pero... -Se interrumpió con los ojos se empañaran en lágrimas.
Laura la abrazó y trató de consolarla. Sarah se zafó de su abrazo y continuó. Trataba de no llorar:
-Tengo que seguir adelante. He tardado siete años en volver a sentir algo por un hombre, desde lo de Robert... El caso es que me he vuelto a equivocar. Debo tener alguna tara, porque siempre elijo al hombre equivocado: primero Robert y ahora Alfred. Pero ya estoy harta, no volveré a elegir mal, William es un buen hombre, me quiere y no me hará daño. Necesito sentirme querida, necesito que alguien me abrace, necesito... -por un momento, Laura pensó que  se iba a echar a llorar; pero Sarah continuó -Alfred me ha desilusionado, me ha engañado... ¡y estoy harta! Quiero un hombre que me ame, que yo sea lo más importante para él y no otra conquista más... y para William creo que lo soy
-Todo eso está muy bien, pero ¿dónde dejas tus sentimientos? Ni una sola vez has dicho que tú sientas algo por William y que él sea un buen hombre no cuenta.
-Laura, necesito que me apoyes. Creo que a William puedo llegar a quererle. Sólo necesito tiempo. No quiero volver a sufrir. Además, Alfred ya tiene a Anya... -su voz se entristeció
-Niña, sabes que puedes contar conmigo -Laura estaba dispuesta a todo por verla feliz ¡era tan desgraciada!
-Bien -la voz de Sarah se animó -el sábado hemos quedado. Iremos con Roy y contigo al Country Club.
-Estupendo,  pero ahora quiero todos los detalles de lo que pasó ayer -pidió Laura llena de curiosidad.

2 comentarios:

  1. Hija como escribes!!! me acabo de quedar alucinada...me gusta y te sigo ahora mismito un besito..

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