El amor y el odio son las pasiones que mueven el mundo. Escribir sobre ellas es mi pasión, sólo espero que leer mis palabras sea la tuya.
Clara.

martes, 8 de mayo de 2012

CHRISTMAS SUN 8


Durante unos minutos permaneció plantada en la puerta del bar de la señora Angelita. Sabía que tenía que disculparse, no había ninguna razón que excusase el grosero comportamiento que había tenido con Roberto. Pero, ¡maldición! ella era Sun Martin y no había llegado donde lo había hecho disculpándose. De pronto, interrumpió sus pensamientos, ¿dónde había llegado exactamente? Había vuelto al punto de partida, al lugar del que había salido hacía ya muchos años. De nada había servido todo su talento, todo su orgullo, toda su arrogancia... Nada había valido.

Decidió no darle más vueltas a todo aquello. Tenía que disculparse. Subió la cremallera de su chaquetón; apretó los dientes y comenzó a andar en dirección a casa de Roberto. Caminó con paso firme hasta que divisó la enorme casona. Allí se detuvo y comenzó a pensar qué iba a decirle; quería excusarse pero no sabía cómo. No podía recordar cuánto tiempo hacía desde la última vez que había tenido que disculparse. Pensaba en cómo iniciar la conversación, en cómo se iba a comportar Roberto con ella después del modo tan infantil en que había actuado. De nuevo, ajustó su chaquetón y decidida atravesó el pequeño jardín de entrada de la casa. Se paró frente a la puerta de entrada sin decidirse a llamar al timbre. Desde el interior, los ladridos de Tango y Cash la sobresaltaron. De repente, la puerta se abrió y Roberto apareció luciendo una sonrisa resplandeciente.-Adelante, pasa. No te asustes por los perros. Me alegra volver a verte.

Asunción estaba sorprendida. ¿Por qué aquel hombre actuaba como si no pasara nada?

-Bueno, gracias, verás yo he venido a explicarte lo de antes... Supongo que no te habrás llevado una buena impresión de mí... Yo normalmente no soy así. Bueno, sí lo soy pero sé que no debería... Quiero decir que... –las palabras se atravesaban en su garganta. No sabía qué estaba diciendo ni qué quería decir. Aquel hombre la turbaba enormemente –Cuando quieras me paras, no te cortes –dijo Asunción con una tímida sonrisa.

Me estaba encantando tu discurso. Tengo entendido que eres una magnífica periodista y por lo que he podido escuchar tienes un gran dominio del lenguaje –contestó él con una sonrisa pícara –Venga, pasa, si no acabaremos los dos congelados. Creo que va a empezar a nevar en un par de minutos.

Asunción asintió con la cabeza y ambos entraron en la casa. El vestíbulo era enorme y allí junto a la puerta había un enorme arcón que parecía muy antiguo. En el perchero había colgados varios abrigos, un par de bufandas y un gorro. Junto a la puerta, había un par de viejas botas desgastadas.

-No soy lo que se dice un hombre demasiado ordenado, como habrás podido comprobar.

-Oh, disculpa, no quería parecer indiscreta. Es sólo que... –no sabía cómo terminar esa frase.

-Venga, estaba de broma. Pasa al salón tengo la chimenea encendida, estaremos más calentitos. Déjame tu chaqueta, la colgaremos aquí.

Asunción se quitó el chaquetón y Roberto pudo comprobar su apabullante belleza. Llevaba unos ceñidos vaqueros negros y un jersey negro de cachemira de cuello alto. Asunción se sentó en un amplio sofá de piel junto a la ventana, desde la que podía observar el inmenso prado nevado que se extendía frente a la casa. Por primera vez en mucho tiempo se sintió en paz.

-¿Puedo ofrecerte algo? –preguntó él cortés.

-No, no será necesario –contestó ella saliendo de su ensimismamiento –No quiero molestar. Sólo he venido a ofrecer mi colaboración en el festival de la escuela, puedo también ayudar con la decoración y con...

-Vamos por partes. No molestas. Yo voy a prepararme un chocolate caliente para merendar, si quieres te preparo uno y hablamos largo y tendido del festival, ¿de acuerdo?

Asunción asintió con la cabeza y se arrellanó en el sillón. Continuó disfrutando de las vistas hasta que sintió que sus ojos se cerraban. Trató de luchar contra la somnolencia que comenzaba a apoderarse de ella, pero todo su esfuerzo fue en vano. Cuando Roberto regresó trayendo las dos tazas de chocolate, la encontró completamente dormida, abrazada a sí misma.

Depositó las tazas sobre una mesita auxiliar colocada justo frente al sillón y arropó a Asunción con una de las mantas que cubrían el sofá. A su vez, él cogió el libro que descansaba sobre el aparador y se tumbó sobre el sofá dispuesto a terminar aquel libro que tanto le estaba costando leer. Pronto los ojos comenzaron a pesarle y finalmente se durmió. Apenas cinco minutos después un golpe sordo le despertó. Se incorporó sobresaltado y miró a su alrededor. Asunción trataba de recoger los restos de la taza de chocolate que acababa de tirar, ¿cómo había podido quedarse traspuesta en casa de Roberto?

-Vaya, parece que no doy una contigo. Primero me comporto como una energúmena y ahora rompo tu taza –se excusó Asunción, avergonzada.

-Sí, realmente eres una mujer encantadora –dijo él con sorna –Vamos a recoger y luego hablamos de tu participación en el festival, me encanta que hayas cambiado de opinión.

Ambos se pusieron manos a la obra y en un par de minutos, todo estuvo recogido. Finalmente, sentados juntos en el sillón, comenzaron a hablar del festival.

-¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? Me pareció muy creíble tu primera negativa –preguntó él muy serio.

-No me lo recuerdes, me siento muy avergonzada –contestó Asunción ruborizada -Pero no ha habido un qué que me hiciera cambiar de opinión, ha sido más bien un quién.

-¿Y puedo saber a quién tengo que agradecerle este cambio de opinión? –dijo él acercándose a ella y mirándola fijamente a los ojos.

Instintivamente Asunción se alejó de él. Aquel hombre le resultaba perturbador.

-Ha sido la señora Angelita, creo que está enamorada de ti. Te ha puesto por las nubes y claro, después de todo lo que ha dicho no me quedaba más remedio que venir aquí a implorar tu perdón –bromeó.

-Creo que le debo una. Mañana mismo la invito al cine –replicó jovial.

Asunción y Roberto hablaron hasta que el reloj del salón marcó las nueve de la noche. Cuando terminaron, la nieve llevaba un buen rato cayendo. Roberto se ofreció a acompañarla a casa. Ella aceptó.

3 comentarios:

  1. Y seguro que ellos pensaron que el tiempo se había parado durante esa conversación!
    Besos

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  2. Me encantan tus entradas!
    Besos.

    http://www.villarrazo.com/behindthestyling/

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  3. Uhh!! eso de que se quedó dormida en casa de Roberto no me lo hubiera imaginado!!!esta tomando somniferos?!!jejeje
    Besotes

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