El amor y el odio son las pasiones que mueven el mundo. Escribir sobre ellas es mi pasión, sólo espero que leer mis palabras sea la tuya.
Clara.

martes, 10 de abril de 2012

CHRISTMAS SUN 4


Tuvo que limpiarse bien las botas de montaña antes de entrar en el bar. Sabía que si no lo hacía la señora Angelita le llamaría la atención, exactamente igual que él hacía cada mañana con sus muchachos.

Aunque almorzaba todos los días en el colegio mientras preparaba algún examen, ordenaba su despacho o hacía llamadas urgentes, después acudía al bar para tomar un cremoso y aromático café que con tanto cariño le preparaba la dueña. La señora Angelita era quien mejor conocía a Roberto, no era mucho lo que con ella había dialogado y compartido, pero sí mucho más de lo que lo había hecho con el resto de vecinos.

Roberto era muy querido en el pueblo aunque únicamente llevaba viviendo allí dos años. Su profesión de maestro en la escuela unitaria del diminuto Pozuelo le hacía relacionarse con todos los aldeanos: los niños, los padres y los abuelos que recogían a sus nietos a la hora de la comida porque sus hijos trabajaban en los pueblos de alrededor donde había bastante más industria y algo más de comercio.

Además de director de la escuela, no había ocasión en que no ayudara a alguna cosa en el pueblo, desde el mantenimiento de los cultivos hasta la elaboración de un proyecto del ayuntamiento. Era un hombre muy servicial, entendido en el desempeño de muchas profesiones y con mucho tiempo libre, puesto que no estaba casado ni tampoco tenía hijos. Cuidar de los animales y los jardines de su imponente casona a las afueras de Pozuelo era su única obligación.

Los ancianos se preguntaban por qué no tendría una mujer a su lado para cuidarlo y darle hijos. Las mujeres lo miraban disimuladamente de arriba abajo mientras lo saludaban, pues era el director más joven y atractivo que había pasado por el colegio. Su pasado era una gran incógnita para todos.

Roberto tenía un cuerpo fibroso y bien definido. De tez morena y ojos grandes y negros. Parecía estar siempre de buen humor y su gran sonrisa junto a un brillo especial en la mirada le daba un poder de atracción que él desconocía.



Tras haberse limpiado las botas entró en el bar atusándose el cabello para hacer desaparecer algunos copos de nieve que le humedecerían la corta melena morena que siempre llevaba despeinada.

Al apoyarse en la barra habiendo saludado a los pocos vecinos que jugaban a las cartas escuchó como la señora Angelita comentaba con una amiga:

-Después de tanto tiempo. Deben de haber pasado al menos diez años. No les ha llamado nunca, ni ha vuelto al pueblo para nada. Desapareció de repente. Y ahora, ¿para qué habrá venido? Ha tenido que ocurrir alguna cosa -cuchicheaba desde detrás de la barra.

-No ha ocurrido nada, mujer. O bien se ha quedado sin dinero, o puede ser que esté embarazada –contestó la vecina.

-¿Embarazada? ¿De un americano? –preguntó la señora Angelita muy sorprendida.

La vecina le pidió silencio con un sigiloso gesto a lo que acababan de comentar y se marchó del bar.

Roberto disimuló la curiosidad que sentía por saber de quién hablaban, quién sería la mujer que había llegado al pueblo. Las preguntas pasaron por su mente unos segundos y después las olvidó.

-Y, ¿qué tal van los últimos preparativos de la fiesta de fin de curso? –se interesó la señora Angelita mientras le servía el café.

-Se puede decir que todo va según lo previsto –contestó Roberto –aunque tenemos un hueco de una hora para el que no hay ninguna actuación ni actividad preparada. Quizá algún padre se anime a participar con los chicos, podrían hacer un árbol de Navidad de recortables, dulces navideños o un recital de cuentos de Navidad –mirando fijamente a su amiga y sonriendo le hizo una proposición –Angelita, ¿usted no se animaría a ayudarme?

-No, no puedo. Tengo mucho trabajo. Únicamente llevaré los pastelitos navideños e iré a ver a mi nieto disfrazado de pastorcillo para el teatro. Nada más. Lo siento mucho, Roberto –sentenció la mujer.

Él no quiso insistir y se quedó pensativo en la barra intentando encontrar una solución al problema. El malestar que sentía la señora Angelita por no poder ayudar a Roberto le hizo ponerse a limpiar enérgicamente las mesas del bar mientras ideaba una alternativa. Y no habían pasado ni dos minutos cuando ella volvió a la barra.

-Ha vuelto Asunción al pueblo. Es una chica joven. Ha estado viviendo varios años en Estados Unidos. Quizá pueda hablar a los chicos de cómo se celebra allí la Navidad, os enseñe fotos o cocine algún plato. A ti te sacará del apuro, y a ella le vendrá bien reencontrarse con la gente del pueblo. ¿Qué te parece? –preguntó a la vez que guiñó un ojo a Roberto.



Pasó la tarde entre el despacho corrigiendo los últimos exámenes y el pequeño salón de actos colocando el gran árbol de Navidad que habían comprado el año anterior con los beneficios de un mercadito solidario.

Fueron muchas las ocasiones en que recordó ir a conocer y a hablar con Asunción, pero absorto en sus obligaciones la noche llegó rápidamente. Era ya la hora de la cena cuando cerraba el colegio. Había parado de nevar hacía un par de horas, las temperaturas continuaban bajando y una espesa niebla cubrió todo el valle.

Al girar la esquina del colegio hacia su casa pudo diferenciar una silueta ayudado por la luz de la farola bajo la que se encontraba aquella persona. No se movía, estaba de espaldas, cabizbaja y unos leves pero rápidos movimientos de hombros le hacían entender que la persona lloraba desconsoladamente. Roberto, muy preocupado, se acercó para descubrir de quién se trataba y así poder ayudar. Estando ya muy cerca vio que era una mujer envuelta en un abrigo de piel, con botas de tacón y una larga melena que el suave viento alborotaba.

Él ya estaba casi detrás de ella y aún no había logrado identificar de quién se trataba. Ella, al escuchar las pisadas que se aproximaban en la nieve giró tímidamente la cabeza, intentando ocultar el llanto que la invadía.

Sus miradas se encontraron. Pasaron segundos, quizá minutos. No articularon palabra alguna. Sus ojos entendían cuanto pudieran decir. Un fugaz pero intenso golpe de viento hizo reaccionar a Asunción que huyó de aquella calle corriendo mientras Roberto quedó con las botas clavado en la nieve y aquella mirada clavada en el corazón.

-¿Asunción? ¿Será esta la mujer de la que hablaban? –pensó.




2 comentarios:

  1. Me he enganchado totalmente!!!!
    Diossssssssss

    Un besito
    http://janakitchen.blogspot.com

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  2. Ayyyy esas miradas que dicen tanto...
    Cada post me gusta más, de verdad que enhorabuena!!!!
    Un bs enorme
    mariandomenech.blogspot.com

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