El amor y el odio son las pasiones que mueven el mundo. Escribir sobre ellas es mi pasión, sólo espero que leer mis palabras sea la tuya.
Clara.

martes, 20 de diciembre de 2011

CAPÍTULO 22

Sarah estaba preocupada. Hacía más de media hora que había abierto el Taylor's Coffee Shop y Laura aún no había aparecido. Eso no era normal en  ella, Laura era muy responsable.
-Quizá le ha ocurrido algo -pensó Sarah. La posibilidad de que algo le hubiera sucedido a Laura la asustó realmente.
Decidida, descolgó el teléfono que estaba junto a la barra. Marcó el número del móvil de Laura. Esperó. Tras unos segundos que le parecieron eternos, el teléfono por fin dio señal.
Un ruido de campanillas hizo que Sarah se volviera hacia la puerta. Era Laura. Su aspecto no era el habitual en ella: Laura era una mujer vital, llena de vida, siempre alegre. En cambio hoy parecía una mujer abatida, triste. Sarah se acercó a ella sonriendo, ¡no le había sucedido nada!
-Laura, ¡se te han pegado las sábanas! -trató de bromear.
La muchacha la miró pero no le contestó. Con paso cansado se dirigió hacia el vestuario. Sarah la siguió pero la entrada de unos clientes la hizo regresar al salón.
-Buenos días, señor Robinson, ¿tortitas y zumo de naranja? -preguntó Sarah amablemente.
Durante las siguientes tres horas estuvieron muy ocupadas: no cabía ni un alfiler en el Taylor's Coffee Shop. Finalmente, hubo un momento de tranquilidad.
Laura estaba tras la barra recogiendo los platos de los últimos clientes. Sarah se acercó a ella y sonriendo le dijo:
-Necesito que prepares estos cócteles -le entregó a Laura una nota con los encargos. -Son para los Stuart, están en la terraza. Ahora recojo las mesas del salón y en cuanto les lleve los combinados tú y yo tendremos una charla. Me preocupa que no hayas abierto la boca en todo el día.
Sarah se alejó en dirección a las mesas del fondo del salón, que eran las únicas que quedaban sin recoger. Laura la vio alejarse y mientras preparaba los cócteles decidió que tenía que hablar con ella. Necesitaba desahogarse, contarle a Sarah lo que sentía, quería... bueno, no sabía lo que quería.
Diez minutos después las dos amigas estaban frente a la barra observando la terraza, el lugar donde se encontraban los únicos clientes que quedaban en el Taylor's Coffee Shop. Fue Sarah la que rompió el silencio.
-¿Me vas a contar qué pasa? Llevas unos días como ausente -dijo cogiéndola de la mano.
-No sé, Sarah. Ni siquiera lo tengo claro. Nunca me había sentido así. Realmente no... -Laura no acabó la frase.
Extrañada Sarah la miró a los ojos: Laura trataba de evitar a toda costa las lágrimas. Tenía la mirada fija en el suelo.
-¿Tiene Roy algo que ver con esto?
Laura asintió con la cabeza. Seguía callada.
-¿Os peleasteis el sábado?
Nuevamente hizo un gesto afirmativo con la cabeza.
-¿Y no habéis vuelto a hablar?
Laura negó con un gesto.
-Pues llámale tú. No seas tonta. Es un buen chico.
-No quiero llamarle. Esto es estúpido -las palabras salieron rápidamente de sus labios.
El tono cortante de su voz sorprendió a Sarah. Ese comportamiento no era en absoluto propio de ella.
-Bien, no le llames si no quieres. A ti nunca te han faltado pretendientes -dijo Sarah tratando de calmarla.
Laura murmuró algo entre dientes. Hablaba muy bajito y con la cabeza gacha. Sarah acercó su cabeza a la de ella y dijo:
-¿Me lo vas a contar?
Laura la miró. Aspiró profundamente, alzó la cabeza y con voz ya más serena dijo:
-No quiero otro pretendiente. Quiero a... Quiero que me llame Roy. Hace dos días que no sé nada de él. Se fue muy enfadado del Country Club. Pensé que volvería pero no volvió. El domingo pensé que llamaría pero no llamó y no he podido dormir. Estos días he estado más pendiente del teléfono que en mi vida y... -su voz se quebró.
-Pues yo te he llamado esta mañana y nada -Sarah trataba de hacerla  sonreír.
-Ya. Pensarás que estoy loca pero... lo he tirado.
-¿Qué has tirado el qué? -Sarah no entendía.
-Como no me llamaba pues... tiré el teléfono a la basura. No me digas nada, ya sé que estoy un poco mal de la cabeza -una mueca triste se dibujó en su rostro.
-No estás loca, niña. Sólo enamorada.
-¿Enamorada? ¡No digas tonterías! -de un salto Laura se levantó del taburete.
-Pero, Laura... -empezó Sarah.
-Creo que los Stuart nos reclaman. Ahora vuelvo -cogió la bandeja que Sarah había dejado sobre la barra y salió a la terraza, hacia la mesa.
Sarah la observaba.
-Vaya, vaya, esto sí que es una sorpresa -se dijo Sarah a sí misma. -¿Quién me iba a decir que algún día vería esto?
-¿Verías el qué? -Laura había entrado ya al salón. -Ayúdame con los sándwiches. Mientras yo preparo los cócteles.
Sarah pasó tras la barra. Leyó la nota que había tomado Laura y comenzó a preparar los emparedados: uno de atún, dos de cangrejo y uno de jamón.
-Jamás pensé que vería a la fría Laura Southgate enamorada -viendo que Laura abría la boca para interrumpirla dijo: -Y ni se te ocurra negarlo.
Su amiga cerró la boca. La miró con los ojos brillantes. Cogió los sándwiches y los cócteles y salió a la terraza.
Cuando regresó se sentó en el taburete frente a Sarah.
-¿Y qué hago, Sarah? Esto no me había pasado nunca antes. Estoy perdida.
-No pasa nada, cielo. No hace falta ser un genio para ver que Roy está totalmente loco por ti. Sólo necesita saber que él también te interesa.
-¡Pero si a mí él me interesa! -casi gritó Laura.
-Pues llámale. Sólo una llamada -viendo que Laura se resisitía a llamarlo Sarah se acercó al final de la barra y descolgó el teléfono -Ya ves, es muy sencillo.
Laura respiró profundamente. Se levantó de su taburete y cogió el auricular. Con las manos temblorosas marcó el número de Roy.
-Hola Roy. Soy yo. Sólo quería...
Sarah se alejó, no quería entrometerse. Nuevamente los Stuart reclamaron su presencia: querían la cuenta. Sarah les presentó la cuenta y una vez se marcharon limpió la mesa.
Mientras la limpiaba alguien la abrazó por la cintura. Sorprendida, se dio la vuelta. Laura la abrazó por la cintura. Sorprendida, se dio la vuelta. Laura la miraba sonriente: toda su cara parecía sonreír.
-Por lo que veo, todo ha ido bien -le dijo mientras ambas caminaban hacia el interior del local.
-De maravilla. Hemos quedado después. Tenemos mucho de lo que hablar ¡soy tan feliz! -acompañó sus palabras con dos sonoros besos en las mejillas de la sorprendida Sarah.
-Esto hay que celebrarlo, ¿qué tal si nos tomamos un buen trozo de pastel de chocolate y un batido? -dijo Sarah colocando frente a ellas un gran pedazo de pastel.
-Mmmmmmmmmmmmmmmmmm... este pastel es casi un pecado, ¡qué rico! -Laura se limpió la boca con una servilleta, bebió un trago de batido  y preguntó a Sarah -Y tú, ¿qué tal con William?
-Muy bien, es un hombre excelente.
-Madre mía, Sarah, por como has descrito a ese hombre cualquiera diría que es tu abuelo. Tú no le quieres. Las dos sabemos perfectamente de quién estás enamorada. Y ese no es William.
-No digas tonterías, Laura. William no es mi abuelo. Es un hombre excel... maravilloso, que me quiere, que adora a Paul... Yo no quiero seguir así. Quiero que Paul tenga una figura paterna, alguien en quien confiar, quiero que mi hijo...
Laura la interrumpió.
-Pero Sarah, no puedes estar con un hombre sólo porque creas que Paul necesita un padre. No es justo para nadie: ni para ti, ni para Paul... y mucho menos para William. No es justo y tú lo sabes, Sarah. Además, no...
-Déjame, Laura. La decisión ya está tomada. Yo.... Paul va a ser muy feliz, quiere mucho a William; sé que haré a William muy feliz y yo...
-Tú, ¿qué, Sarah? ¿Realmente crees todo lo que estás diciendo? Si hay alguien que a ti te interese, ese no es William y las dos lo sabemos. Puede que tú no quieras verlo, pero eso es así. Le amas Amas a Alfred Gonzales no a William O'Connor. Si sigues con William lo único que conseguirás es arruinar vuestras vidas, incluyendo la de Paul.
-¿Crees que no he reflexionado sobre esto, Laura? Es una decisión meditada, muy meditada, y además ya está tomada. He vivido siete años sin amor así que no veo el problema en que no esté enamorada de William; sé que, con el tiempo, algún día lo estaré. Y hasta que eso ocurra no permitiré que nadie sea infeliz. Paul es lo más importante para mí y, con respecto a William, yo nunca, escúchame bien, nunca le haría daño. Y de este tema no hay nada más que hablar.
Laura comprendión que no había nada que ella pudiera hacer o decir para convencerla de lo contrario. Sarah era ante todo madre y pensaba, erróneamente, que lo mejor para Paul era convertir a William en su padre. No veía que lo más importante para Paul era verla feliz.
Nuevamente las campanillas sonaron. Roy entró. Al verlo, Laura se abalanzó sobre él, cubriéndolo de besos.
-Marchaos. Yo me encargo de todo -dijo Sarah.

4 comentarios:

  1. Realmente es verdad, lo importante es ser feliz.
    www.escuestiondestilo.blogspot.com

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  2. hay veces que es mejor dejar las cosas malas al lado y dedicarse a vivir!

    besitos!

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  3. gracias por pasarte cielo, tengo ganas de ver mas cositas de sara jej

    besitos!

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  4. vaya, me ha enganchado!!es escrito por tí?? quiero saber más!
    un besillo :)

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