El amor y el odio son las pasiones que mueven el mundo. Escribir sobre ellas es mi pasión, sólo espero que leer mis palabras sea la tuya.
Clara.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

CAPÍTULO. 19

Mientras conducía de camino al hospital, Sarah no podía dejar de pensar lo terrible que era la vida: Anita, la dulce y buena Anita, luchando en el hospital por salvar su vida.

Pensó en ello, ¿hacía cuánto que la conocía? A su pesar, Sarah sonrió; Anita había vivido en Green Valley desde que ella podía recordar.

Sarah cerró la puerta del coche. El aparcamiento del hospital estaba vacío. Apresuró el paso, tenía que darse prisa en regresar al Taylor's Coffee Shop antes de que Steven Taylor se diera cuenta de que había salido durante su turno.
Antes de entrar en el pabellón en el que Anita estaba ingresada, Sarah compró un ramilleta de margaritas. Asociaba a Anita con las margaritas: bella, humilde y sencilla.
En el ascensor oprimió el número dos.
La habitación de Anita era la 207. Con suavidad, entreabrió la puerta: vio a Anita tendida en la cama, con los ojos cerrados y con una palidez que la asustó.
La mirada de Sarah se posó en la silla que había junto a la cama de Anita: era la chaqueta de Alfred. El corazón le dio un vuelco.
-¡Qué alegría me da verte, Sarita! -la voz débil de Anita sobresaltó a Sarah.
Esbozó una sonrisa y entró en la habitación. Se acercó a su cama y la tomó de la mano, ¡qué delgada estaba!
-Te he traído unas flores, pensé que te gustarían -dijo Sarah mientras besaba dulcemente a Anita en la frente.
-¡Oh, son maravillosas! Eres encantadora -los ojos de Anita, ahora cercados por profundas y oscuras ojeras, la miraron tiernamente.
-Vamos, no es nada. Quise venir a verte aunque sólo podré quedarme unos minutos... me he escapado del trabajo -explicó.
-Realmente eres una mujer maravillosa. No tenías que haberte molestado... aunque me alegra que hayas venido. No querría irme sin despedirme de ti -dijo Anita mirándola fijamente a los ojos.
-Vamos, Anita, no seas dramática. Estoy segura de que en unos días estarás en casa. La hacienda se iría abajo sin ti -trató de bromear Sarah.
El aspecto de Anita era realmente era preocupante y Sarah trataba de reprimir las lágrimas. Unos golpes en la puerta interrumpieron la conversación. La enfermera entró.
-Anita, es la hora. ¿Le importaría dejarnos? -dijo dirigiéndose a Sarah.
Sarah abrazó a Anita, ¡la veía tan débil! Anita susurró a su oído:
-Sé feliz y cuídale cuando yo no esté.
Sarah trató de hablar pero los sollozos se lo impidieron. Abrazó con más fuerza a Anita y evitando su mirada, no quería que la viera llorar, salió de la habitación. En el umbral de la puerta se volvió y la miró por última vez.
Cerró la puerta y, apoyando la espalda sobre la misma, lloró. Lloró en silencio y amargamente, ¡aquello no era justo!
Con el dorso de la mano se limpió las lágrimas que surcaban su rostro. Se dirigió al baño de la planta; mojó su cara con agua fresca, intentando borrar el rastro del llanto. Caminó hacia al ascensor y al abrirse la puerta allí estaba él. Sarah contuvo la respiración, no podía emitir sonido alguno, aquel hombre la turbaba. Él salió del ascensor y se plantó frente a ella, estaban cerca, muy cerca. La abrazó.
-¡Oh, Sarah! -notó cómo él se estremecía.
Sarah se separó de él y le miró de frente. Parecía muy cambiado: su aspecto era el de una persona que tuviera que soportar una dura y pesada carga; sus ojos, normalmente vivaces, aparecían enmarcados por unas profundasojeras y reflejaban una honda preocupación. Era la viva imagen de la desesperación.
-Yo... he venido a visitar a tu madre -Sarah deseaba reconfortar a aquel hombre. Nunca le había visto tan abatido.
-Estupendo. Vamos. Acompáñame -Alfred trató de cogerla de la mano.
Sarah retiró su mano, no quería más engaños. Ansiaba sentir el contacto de su piel pero eso ya no podía ser: a él no le interesaba Sarah y a ella... bueno, estaba William.
-La enfermera está con ella. Me ha hecho salir de la habitación -dijo Sarah. Evitaba mirarle a los ojos, sabía que se delataría.
-Ah, entonces vayamos a por un café. Estoy roto -Alfred se encaminó hacia el final del pasillo, donde se encontraba la máquina de cafés.
Sarah le siguió. Ahora sí se atrevía a mirarle: Alfred caminaba cabizbajo y parecía cansado, muy cansado. Cualquiera que hubiera observado la mirada que Sarah dirigió a Alfred habría dicho que era la mirada de una mujer enamorada. Sabía que le amaba pero también era una mujer herida que se había hecho la firme promesa de iniciar una nueva vida. Y además estaba William...
-¿Te apetece uno? -la voz profunda de Alfred la sacó de sus pensamientos. Le ofrecía un café.
-No, gracias. Tengo que volver al trabajo.
Alfred la observaba. Algo había cambiado en Sarah, ¿o quizá nunca había sentido nada por él? La sola idea de que ella no sintiera nada por él produjo un dolor que Alfred nunca había sentido.
-Necesito que hablemos, Sarah. Tienes que ayudarme porque yo... -comenzó Alfred.
La voz de la enfermera le interrumpió:
-Señor Gonzales, su madre desea hablar con usted -dijo la enfermera desde la 207.
-Bien. Sarah, esta tarde pasaré por el Taylor's Coffee Shop. He de recoger unas cosas en la piscina así que... allí te recojo -en los ojos de Alfred había una súplica.
Sarah se sintió desfallecer. Lo último que necesitaba era pasar tiempo con Alfred pero no podía negarse, él la necesitaba y había prometido a Anita que le ayudaría. Además, él no estaba interesado en ella y, bueno, estaba William.
-De acuerdo, allí te espero -Sarah hizo un ademán con la mano y se encaminó hacia el ascensor.
Desde la habitación de Anita, Alfred la despidió.
Ya en el ascensor, no podía dejar de pensar en Anita y en su promesa de ayudar a Alfred. Él no sentía nada por ella y ella tenía a William. Trató de sacar la imagen de Alfred de su cabeza y sustituirla por la de William. Fue imposible. Sacudió la cabeza y pensó en la decisión que había tomado. Ya no había sitio para Alfred y si había accedido a quedar con él era sólo por Anita, ¿o no?



4 comentarios:

  1. Me encanta, que hermoso y mas que hermoso me remonte en lo que leía y pensaba que sería de mi en un momento donde yo tenga que ver a esa madre o a esa amiga en una cama de un hospital, de donde sacaría fuerzas ¡Me hiciste pensar! me ha encantado en serio y lo de Alfred y William ni para que te cuento que complicado se vuelve todo en el momento menos indicado, esto ansiosa por leer el resto, excelente blog me quedo por aquí es mas ya soy seguidora tuya desde Panamá miles de besotes

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  2. Ha caído en desgracia por resultar ser un mal tipo pero aún no lo he explicado en el blog, en breve en breve

    abrazos

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  3. Me ha encantado, escribes más que bien ! Besos.
    Soy tambien de Valencia como me gusta encontrarme con bloggers de la tierra !!!

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  4. Necesitoo el proximo cpaituloo!! Me encanta Alfred!! Quiero que se quede con el!

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