El amor y el odio son las pasiones que mueven el mundo. Escribir sobre ellas es mi pasión, sólo espero que leer mis palabras sea la tuya.
Clara.

jueves, 24 de noviembre de 2011

CAPÍTULO. 18

Todos los domingos por la mañana se llenaba la cafetería con los clientes que, motivados por las buenas temperaturas y el radiante sol, se animaban a dar agradables paseos por Green Valley, para finalizar la mañana en el Taylor's Coffee Shop y así tomar un aperitivo antes de acudir a la comida en algún prestigioso restaurante de la ciudad.

Aquella mañana hacía especialmente calor, desde bien temprano había desaparecido el frescor que dejaba durante varias horas el alba. Sarah al levantarse ya tuvo esta sensación y pensó que hoy serían muchos los clientes que acudirían a la terraza para resguardarse del bochorno y, que esto, les obligaría a su compañera y a ella a tener mucho más trabajo del habitual.

Se encontraron a la entrada del complejo. Laura tenía aspecto de cansada y aquella mañana acudió un tanto desaliñada, para como ella era de coqueta.
-Buenos días, ¿qué haces tan temprano en el trabajo? Aún quedan muchas horas por delante hasta que podamos marcharnos otra vez -le dijo Laura con talante serio.
-Buenos días. Hoy hace mucho calor. Me desperté temprano y decidí venir a ayudarte y así desayunas juntas -le propuso Sarah, mientras guiñaba un ojo a su amiga.
Laura esbozó una triste sonrisa. Se alegraba por la sorpresa de su compañera, aunque realmente le apetecía estar a solas para así no hablar con nadie. Laura no había descansado demasiado aquella noche. Pensó mucho en Roy y en lo ocurrido en el Country Club.
Sarah tomó a su amiga rodeando con un brazo sus hombros, la atrajo hacia ella bromeando acerca de si podría aguantar todo el día de duro trabajo.
-¿Serás capaz de aguantar todo el día? No tienes buen aspecto. No pretenderás que haga yo tu trabajo, ¿verdad? -bromeó Sarah.
Laura ni se inmutó. Sarah sorprendida dijo:
-¿Qué te ocurre, Laura? Comienzo a preocuparme. Pensaba que estabas así porque aún no te habías despertado, pero percibo que no es solamente eso -interrogó Sarah a su amiga.
-No te preocupes, porque no es nada. Tranquila, no puedo estar siempre de buen humor. Algún día debía de ser al revés, ¿no? -dijo Laura.
-¿Te ha ocurrido alguna cosa que quieras contarme? ¿Roy tiene algo que ver con la carita con la que te has levantado hoy? -volvió a indagar su amiga.
-Te repito que todo está bien, no sigas por ahí. Roy no es tan importante para mí como para que... -explicó Laura mirando al infinito desde la puerta de acceso a la terraza del local.
De repente, Laura se giró para preguntar ella esta vez:
-¿Y qué tal con William? ¿Te divertiste mucho anoche?
-Me lo pasé en grande. Desde hacía mucho tiempo no había disfrutado de una noche de concierto con unos amigos -contestó Sarah.
-Me alegro mucho. Pero, ¿con William qué tal? -volvió a insistir.
-William es un gran hombre. Me hace sentir especial, y eso me encanta en él. Se esfuerza mucho por complacerme -respondió.
Su amiga, acercándose a Sarah y mirándola fijamente a los ojos, le preguntó:
-Y tú, ¿tienes que esforzarte para estar a gusto con él?
La pregunta de Laura llegó a lo más profundo de su ser. Su amiga había hecho la misma pregunta que se repetía ella una y otra vez.
Sarah era consciente de que no estaba enamorada de William pero pensaba en Paul, y eso era lo que le motivaba para seguir al lado de O'Connor. Se repetía siempre que algún día llegaría a amarlo y que debía hacer ese esfuerzo por el bienestar de su hijo, porque él necesitaba un padre a su lado, y William adoraba tanto a Paul como amaba a Sarah.
Los primeros clientes comenzaron a llegar, y las dos chicas debieron abandonar sus confesiones para servir los primeros cafés del día.
La mitad de las mesas del  comedor interior estaban ocupadas, y en la terraza solamente quedaba una mesa libre, ya que sólo estaba parcialmente protegida por el sol, la sombrilla no cubría toda la mesa y el calor sofocante de aquella mañana no daría descanso agradable a quien allí se sentara.
Las horas avanzaban y los clientes ya comenzaban a pedir refrescos y cócteles olvidando los calientes cafés de los primeros momentos del día.
-Por favor, un refresco de naranja y un daiquiri -pidió Sarah a su compañera.
-Me he acordado de algo que ocurrió anoche. Tenemos que hablar -le dijo Laura muy inquieta.
-Bueno, mira cómo está la cafetería. Más tarde me lo cuentas, ¿vale? -propuso Sarah alejándose de la barra para servir un encargo anterior.
Laura continuó trabajando detrás de la barra preocupada por no haber hablado antes con su amiga. Lo que le tenía que decir sería muy importante para ella. Decidió contárselo al final de la jornada, pues la noticia entristecería a su amiga y solamente dificultaría su trabajo.
-Hoy Sarah tenía un buen día -pensó Laura, y lo que le iba a contar no tenía una solución inmediata y ella poco podría hacer.
Un grupo de ocho o diez personas entró a la vez en la cafetería, llevaban sus mochilas de deporte. Sarah apreció cómo, momentos antes, estas mismas personas se dirigían al edificio de la piscina. Se extrañó y frunció el ceño, pero viéndose desbordada por la situación no pudo dedicar más tiempo a sacar conclusiones, ya que debía sentarlos en diferentes mesas y atender sus encargos.
Se dirigió  a la barra donde se encontraba Laura boquiabierta y con el rostro de sorpresa. Sarah le correspondió con un gesto parecido, y después de entregarle la nota de las bebidas que debía prepararle comentó lo que había descubierto.
-No entiendo lo que ocurre. ¿Por qué vienen a la cafetería sin haber tomado sus clases? -le preguntó Sarah.
-¡Ay niña, que ya sé lo que ha sucedido! Esperaba contártelo al final del día, pero... -comenzó a explicarle Laura.
-Disculpa un momento -la interrumpió Sarah.
La habían llamado de una mesa para hacerle un nuevo encargo; al mismo tiempo que se marchaban unos clientes de una de las mesas de la terraza, la cual limpió y recogió inmediatamente para que otros nuevos pudieran acomodarse. Volvió a la barra a por nuevas bebidas. Laura intentó contárselo esta vez, pero Sarah no podía detenerse, había muchísimo trabajo.
Fue a la hora de la comida cuando las dos amigas descansaron de todo el estrés de la mañana. La gente se había marchado a los restaurantes dejando casi vacía la cafetería, pues únicamente había una pareja de jóvenes enamorados en una de las mesas de la terraza. Y ellos necesitaban intimidad, dijeron las dos amigas a la vez, acompañando a una gran carcajada.
-¿No te has fijado, Laura, hoy no ha venido Alfred a trabajar? Tenía un curso a las doce. Me parece muy extraño -comentó Sarah.
-Niña, por fin puedo contarte lo que ocurrió anoche. Discúlpame por no haberlo hecho antes, pero es que yo... -intentó argumentar Laura interrumpida por su compañera.
-Pero, dime, ¿qué ha pasado? ¿Qué le ha ocurrido a Alfred? ¿Está bien? -preguntó Sarah muy angustiada.
-Tranquila amiga, Alfred está bien. Es su madre la que se ha puesto enferma y anoche ingresó en el hospital -dijo Laura con enorme tristeza.
-¿Anita? Pero si es una mujer joven y sana. ¿Qué le habrá ocurrido? ¿Habrá tenido algún accidente en la casa de los Taylor? -cuestionaba Sarah tremendamente inquieta cogiendo a su amiga de las manos.
-Esta mañana me lo ha contado mi madre en el desayuno. Se enteraron al oír anoche la sirena de la ambulancia. Todo Green Valley lo sabe. Lo siento amiga por no habértelo dicho... -volvió a ser interrumpida por Sarah que no salía de su asombro.
-Tengo que ir a ver a Alfred. Estará en el hospital con su madre. Tengo que verle. Necesitará a alguien a su lado que le apoye en este momento tan difícil -expresaba Sarah totalmente invadida por el nerviosismo al enterarse de la noticia.
-Ve amiga, yo recogeré esto. Vuelve pronto, por favor, ya sabes que estas escapadas son muy peligrosas. Si se enterara el señor Taylor... -le advirtió Laura.




2 comentarios:

  1. Engancha, ¿eh? Este tipo de historias es la que me gusta :)

    Besos desde
    http://yoavogueytuacalifornia.blogspot.com/

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  2. Quieroo otroo capitulo yaa porfavorr

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