El amor y el odio son las pasiones que mueven el mundo. Escribir sobre ellas es mi pasión, sólo espero que leer mis palabras sea la tuya.
Clara.

viernes, 24 de junio de 2011

CAPITULO.5

Paul estaba muy contento con sus clases y no había vuelto a tener problemas en el colegio. Le iba tan bien con la natación que incluso había empezado a tomar clases los sábados. Sarah estaba muy contenta con este hecho pues le permitía recogerlo, tras acabar su turno en el coffee shop, y pasar lo que quedaba de tarde juntos. Sin Helen.
Todo esto pensaba Sarah mientras recogía las mesas del fondo. Las últimas semanas habían sido muy duras: su negativa a ceder a los deseos de Steven Taylor había provocado la ira de éste que, desde entonces, la obligaba a tener los peores y más duros turnos. Había trabajado sin un solo día de descanso durante las últimas dos semanas. -Bien -suspiró Sarah -mañana tendré todo el día para Paul.
 Sarah había adelgazado en las últimas semanas y sus ojos reflejaban no sólo tristeza sino también desesperación. Estaba pálida y ya casi no reía. Ni siquiera hablaba más allá de lo necesario para no parecer descortés.
Laura, desde la barra, la miraba preocupada. En las últimas semanas el acoso a que la sometía Steven Taylor había ido in crescendo.
Laura pensó en Benjamin Holmes. Benjamin era inspector de trabajo y uno de los más fervientes admiradores de Laura. Sólo gracias a él y a sus presiones habían podido conseguir el domingo libre para Sarah.
Laura pensó que Sarah jamás sabría que ese pequeño respiro se lo debería a Benjamin. Estaba asustada y jamás se hubiese atrevido a enfrentarse a Steven.
-Bien mirado -pensó Laura -ni siquiera había habido enfrentamiento.
Benjamin sólo había dejado caer a Taylor que era probable una inspección.
Mientras Laura pensaba todo esto, Sarah había recogido las mesas y estaba justo a su lado:
-¡Un dólar por tus pensamientos! -le dijo. Era extraño ver a Laura tan pensativa, era una chica de acción.
-No valen tanto. Sólo pensaba en Benjamin Holmes.
-¿Benjamin? Algo te traes entre manos. Esta semana le has dado mucho carrete y has salido con él, ¿cuánto? Tres días al menos y eso es muy raro en ti, ¿no te estarás enamorando?
-Venga Sarah, no digas tonterías. Benjamin es un amigo. Necesitaba que me hiciera un favor y...  -contó Laura.
-Ya sé qué clase de favor -respondió pícara Sarah.
-No hablaba de sexo pero ya que sacas el tema, te diré que sí. Tuvimos sexo pero nada más. Necesitaba que me ayudara y me ayudó. Sólo gracias a él tú... -Laura se interrumpió. Había hablado demasiado.
-Gracias a él, ¿yo qué? -Laura era muy impulsiva y eso asustaba a Sarah.
-Gracias a él y a su maravillosa sesión de sexo tú hoy tienes una compañera que está muy feliz y relajada y... que por eso va a dejar que te vayas antes de que acabe tu turno -mintió Laura.
-¡Pero aún falta más de media hora! Si el señor Taylor se entera... -dudó Sarah.
-El señor Taylor está en Los Ángeles buscando una clínica para su esposa así que por él no te preocupes.
-Pero aún faltan veinte minutos para que Paul acabe su clase y además no puedo permitir que tú te encargues sola de cerrar -protestó Sarah.
-Sarah, ¡vete ya!. No estaré sola. Roy vendrá a buscarme. Iremos a comer y después al Country Club. Algún día tendrás que venir con nosotros -dijo Laura.
Sarah sonrió. Hacía semanas que no sonreía. Laura era maravillosa: siempre alegre, llena de vida. No era de extrañar que muchos perdieran la cabeza por ella. Sarah pensaba todo esto mientras se cambiaba en el vestuario del Coffee Shop. Se quitó su uniforme de trabajo y se puso sus viejos vaqueros y un amplio jersey beige. Se soltó el pelo, que siempre llevaba recogido para trabajar. Se miró al espejo y no le gustó lo que vio. Suspiró. Tenía que animarse. Pensó en Paul y eso le infundió energía.
Salió del coffee shop sin despedirse de Laura, que estaba saludando muy efusivamente a Roy...
Cruzó las puertas del edificio de la piscina y se quedó observando la escena a través de la cristalera: Paul jugaba y reía con Alfred.
Entró a la zona de piscina, un intenso y húmedo calor la envolvió. Paul nadaba con un corcho en los pies. Frente a él, Alfred le observaba y le jaleaba para que nadara más rápido. Sarah sonreía.
De pronto, Paul divisó a Sarah y gritó:
-¡Mamá, mamá! ¡Mírame!
Alfred dio media vuelta y se enfrentó con la tierna mirada que Sarah dedicaba a su hijo. Carraspeó, no estaba acostumbrado a pasarle desapercibido a una mujer y parecía que Sarah no se había fijado en él.
Este hecho le picó en su orgullo y estimuló su necesidad de sentirse deseado. Con la mayor de sus sonrisas se dirigió a ella:
-Sarah, me alegro de verte -dijo engolando la voz.
A él le gustaban las mujeres bellas y Sarah, sin lugar a dudas, era una belleza. Quizá demasiado delgada y con un aire de tristeza que le daba un aura de mujer misteriosa e inaccesible.
Decidió que le gustaban las mujeres inaccesibles, sus últimas conquistas habían resultado demasiado fáciles. Era un cazador y le gustaban las presas difíciles. Sarah Slater lo sería.
Sarah no pudo responder al saludo de Alfred, ese hombre la turbaba. Era incapaz de articular palabra, Sarah se acercó a Paul, que venía envuelto en su albornoz.
-¿Qué tal, mi vida? ¿Lo has pasado bien? -dijo abrazándole.
-¿Me has visto, mamá? Ya sé tirarme de cabeza y además ya cruzo la piscina buceando y... -contó Paul.
-Paul, deberías ir a ducharte -intervino Alfred, que se había acercado al lugar donde charlaban madre e hijo.
-Muy bien, Alfred. Enseguida vuelvo, mamá.
Vieron alejarse a Paul en dirección a los vestuarios. En ese momento fue consciente de lo cerca que Alfred estaba de ella. Si estiraba la mano podría rozar sus bien torneados brazos. Él estaba vestido únicamente con un minúsculo bañador. Ella apreció la perfección de su cuerpo.
Hacía mucho tiempo que no estaba tan cerca de un hombre y, mucho menos, de un hombre como él.
Él vio en la mirada que ella le había dedicado un destello de deseo. Era un experto seductor y desde ese instante supo que tenía posibilidades con Sarah Slater aunque parecía extremadamente tímida y no sabía cómo debía invitarla a salir.
Mientras Alfred pensaba todo esto Sarah fantaseaba sobre cómo sería salir con él: ir a cenar, dar un paseo romántico, tomar unas copas y quizás después pasar una auténtica noche de pasión. Sarah se imaginó entre sus brazos, sintiendo sus besos y caricias...
-Mami, ya estoy listo -Paul interrumpió sus pensamientos.
Sarah volvió a la realidad y el recordar lo que había imaginado la hizo enrojecer de pies a cabeza.
-Mami, tengo hambre, vamos a comer. ¿Qué haremos esta tarde? -le interrogó Paul.
-Sí, cariño, nos vamos a comer. Esta tarde iremos al centro comercial. No tenemos nada en la nevera -Sarah se concentraba en no apartar su vista de Paul aunque era imposible no sentir la presencia de Alfred. Maldijo mentalmente su última frase, no tenía vida social y su único plan para el sábado por la tarde era hacer la compra. Realmente se sentía patética.
Lo que Sarah no sabía era que el rubor que teñía sus mejillas la hacía parecer cada vez más adorable a los ojos de Alfred, que seguía pensando en cómo invitarla sin asustarla. Tuvo mucha suerte porque Paul hizo el resto del trabajo.
-Mamá, eso no es justo. Nunca hacemos nada y para un día que estamos juntos, quieres que lo pasemos comprando -protestó el niño.
-Paul, cielo, luego hablamos -Sarah trataba de salir de allí cuanto antes. Se sentía insignificante y tonta.
Sin embargo, Paul no tenía la más mínima intención ni de salir de allí ni de dar por terminada la conversación.
-Mami, por favor, dime que mañana iremos al parque a comer, que iremos a jugar, que... -insistió.
-Paul, basta -dijo tajante Sarah -Vámonos ya, seguro que Alfred está deseando volver a su casa y no puede hacerlo porque, por si no te has dado cuenta, no puede cerrar la piscina hasta que tú y yo no nos vayamos.
-Sarah, no seas dura con el chico. Paul es estupendo. Yo mañana pensaba ir de excursión, si os queréis venir... -insinuó Alfred.
-¡Oh, sí, sí, sí, sí! -Paul estaba entusiasmado. La idea de pasar todo un día fuera de casa, le parecía un sueño hecho realidad ¡y además con Alfred!
Sarah también se sentía tentada a aceptar. Todo en aquel hombre le encantaba: su voz profunda, su porte elegante, su risa... Pero no, no podía ser, ¿cómo iba a salir ella con Alfred? ¿Qué diría su madre? Al pensar en ella, Sarah se reveló; estaba harta de tener que vivir su vida tal y como Helen deseaba.
-Vamos Sarah, será divertido. Paul necesita airearse y, viéndote a ti, tú también lo necesitas -sonrió Alfred- Además, será un día relajado. Lo pasaremos bien.
-¡¡Síííí, mami!!
Sarah sonrió. No soportaba los eternos domingos en casa de su madre. Ella organizaba un bingo al que acudían todas sus amigas y Sarah y Paul se veían obligados a permanecer durante todo el día en la cocina ya que la sala de estar acogía la partida.
Alfred aprovechó el momento de debilidad de Sarah para lanzar un último ataque:
-Bien, Sarah. Os recojo mañana a las diez. Dame tu dirección -pidió Alfred.
-No, mejor quedamos en la cafetería de la señora Hudson -dijo Sarah vehementemente. Era una cita inocente, pero aun así Sarah no quería que Helen se enterara.
-Pues entonces no hay nada más que hablar. Mañana a las diez -dijo Alfred -Traed ropa cómoda que nos vamos de excursión.
Paul comenzó a gritar, a besar y abrazarles. Ella se contagió de la alegría de su hijo y una risa escapó de sus labios. Sus miradas se cruzaron, la de Sarah con arrobo.
Azorada, cogió a su hijo de la mano y salieron de la piscina.

12 comentarios:

  1. Me parece horrible la situación de todas aquellas mujeres que sufren humillaciones en sus puestos de trabajo por no ceder a los acosos de sus superiores (y que conste que es un tema más de actualidad de lo que muchos se creen).

    Aparte compadezco a Sarah por la vida tan vacía y gris que se ve condenada a llevar: una madre sobreprotectora y agobiante, un trabajo tedioso con un encargado patético, un horario espeluznante que la obliga a vivir por y para el trabajo y un hijo que va creciendo totalmente alejado de ella. No me extraña que a las primeras de cambio se sienta deslumbrada por Alfred (sigo pensando que no es de fiar y que se trata de un simple donjuán acostumbrado a salirse con la suya) y por su estupendo físico enfundado en un escueto bañador jajajajjajajaj

    Amiga, espero el siguiente capítulo. A ver cómo se desarrolla esa excursión íntima y como reacciona Helen a la iniciativa dominical de su "niña".

    Un beso

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  2. Akasha, agradezco infinito tus palabras.
    Tienes razón, muchas mujeres sufren situaciones insostenibles en unos puestos de trabajo que se ven obligadas a mantener porque no les queda más remedio, porque son ellas quienes tienen que responsabilizarse de sí mismas, y en muchas ocasiones, de otros que no tienen a nadie más de que depender. Es responsabilidad nuestra denunciar estas situaciones y hacer todo lo posible para erradicarlas.
    Como ves, estoy sensibilizada con el tema.
    Ahora sí, Sarah necesita un revulsivo, algo que saque su vida del letargo en el que ahora está sumida... y quizá Alfred pueda serlo.
    Un beso

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  3. Un post solidario, sensible, profundo,
    tienes un bonito blog paisana,
    que tengas un feliz fin de semana.
    un abrazo.

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  4. Gracias Ricardo por tus bonitas palabras. Yo también espero que pases un buen fin de semana.

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  5. Una buena historia Clara y tienes razón mis historias son diferentes
    Me alegra que me dejaras el link y mil gracias por pasar por mi blog.
    Malena

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  6. Gracias a ti también Malena. Seguiré tus historias.

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  7. Clara, gracias por tus palabras en mi blog. De ahora en adelante tuyo cada vez que desees visitarlo.

    Esperaré a la siguiente historia. Avísame para seguirla, vale?

    Un abrazo fuerte.

    Andri

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  8. Un placer, Andri.
    Seguiremos en contacto

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  9. Escribís genial! Te dejo la dirección de un blog donde subo cuentos por si querés leer, y cuando tengas banner, afiliar http://suspirosdelhielo.blogspot.com/

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  10. Gracias, Alma.
    No dudes que pasaré a visitarte.

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  11. Hola Clara,
    es un placer leerte.
    Me gustará pasear por tu espacio a cada ratito que pueda.
    Te felicito.


    Un saludo.

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  12. Isabel, me encantará que pases por aquí siempre que te apetezca. Agradezco mucho tus palabras.

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